"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 15 de septiembre de 2014

TAMBIÉN HOY ME ENCUENTRO TRISTE...

TAMBIÉN HOY ME ENCUENTRO TRISTE...
… QUIERO HABLAR DE LA FAMILIA EN EL CINE. QUIERO HABLAR DE ROBERT FLAHERTY, EL MAS GRANDE DE LOS CINEASTAS TESTIMONIALES. =========== Las dos películas que, a mi juicio, representan el poema cinematográfico más bello sobre la familia, son... “Maternidad” (1920) de Carl Froelich, y “Nanoock of the North” (Nanuk, el esquimal, filmada en 1922) de Robert Flaherty. . . . “Nanook” es el nombre de un esquimal cuya vida cotidiana cuenta Flaherty mostrándonos ciertos aspectos pintorescos o flolklóricos de su vida primitiva: vestidos, danzas, ceremonias, etc. Flaherty consigue que la cámara participe en las comidas, en la caza, en la pesca, en la construcción de los iglúes; en suma, en toda la vida de Nanook y de su familia. Desde las primeras secuencias, nos pone en contacto con el sonriente y malicioso hombre del Norte, con su mujer y la prole, todos sujetos a su banco de hielo, igual que los campesinos a la tierra. Unos y otros participan en los esfuerzos cotidianos de la lucha por la existencia, rodeados de la nieve infinita. Todos forman una unión entrañable que lo mismo se pone de manifiesto cuando un trineo huye azotado por la tempestad de la nieve, que al cobijo de las pieles de animales, o en el iglú helado. La madre y el padre dispensan una ternura ingenua a sus hijos; sobre todo, a los más pequeños. Los hijos devuelven este amor con la aceptación sonriente y agradecida, de su previsora tutela. Película sencilla, real y conmovedora, sin incurrir para nada en un simbolismo declamatorio. Para reconstruir la vida de Nanook, Flaherty necesitó elaborar un verdadero guión, y rogarles a él, a su mujer Nyla y a sus hijos que se convirtiesen para él en actores. Un nuevo método documental en la misma línea de aquellas “ingénuas” actualidades reconstruidas por Pathé y los hermanos Méliès. En “Nanook of the North”, Flaherty (además) se asemeja a un Jean-Jacques Rousseau del cine. Su Nanook es el “buen salvaje” a quien la civilización no había rozado ni corrompido. Sin ninguna relación con ella, no tenía más enemigo que la hostilidad de la Naturaleza. El éxito fue tan grande que, en varios países, se llamó “esquimales” o “nanooks” a los bombones de chocolate escarchados que se vendían en los cines durante los entreactos. Me gustaría resaltar que el cine de Flaherty es el cine de la hermandad de todos los hombres, presentando al esquimal Nanuk como si fuera un nuevo Adán en un medio casi prehistórico. Se ha llegado incluso a afirmar que, por ejemplo, aquellos cordiales y simpáticos esquimales de Nanuk, en la realidad eran embusteros, ladrones, lascivos y degenerados, crueles e infanticidas; no tenían más virtudes que el valor y el sentido de la hospitalidad. Un cuadro tan negro, como rosa lo pone Flaherty, a quien naturalmente se ha tachado por ello de evasivo y lírico, viéndolo como al gran romántico que echa sobre todo la capa de su cordialidad humanísima, tapando la realidad. Por ejemplo, Nanook no usa fusil, cuando los esquimales en la realidad sí lo utilizaban; y todos los protagonistas visten las ropas que llevaban sus antepasados, no las que usaban sus contemporáneos. En su otra película “Hombres de Arán”, Flaherty nos brinda la película del mar. El mar es quien se personaliza para luchar contra el hombre ( en el sentido panteísta que utiliza Renoir en su film “El río”). El hombre está tan rudamente, tan potentemente siluetado, tan en primer plano, que es el mar el que en cierta manera se personaliza para luchar contra aquél. Y así, el recuerdo que nos deja la película, es la dura estampa del pescador que, sobre unos ásperos islotes de granito, cara al Océano, bajo un cielo gris y rodeado por una Naturaleza inhóspita, pelea virilmente y nos infunde, no la adoración de lo heroico, la admiración de lo bárbaro, la exaltación de un líder, sino el sano orgullo de nuestra hombría y humanidad. Si alguien alguna vez escribió aquello de que... “no se pueden hacer buenas novelas, buenos dramas ni buenas películas, con buenos sentimientos”, dando a entender que el mal estéticamente atrae más que el bien, yo pienso que no hay reglas generales con carácter absoluto. Ciertamente, en las primeras décadas del cine, los buenos sentimientos familiares constituían el eje central del guión: El niño que aleja a su padre del libertinaje y de la bebida; la viuda que se sacrifica por sus hijos; el hijo que restablece la armonía en el hogar; o incluso aquella hija, repitiendo el gesto de Antígona, que hallamos en una obra de Abel Gance (“La Rueda”, célebre por su fragamento “la canción del raíl”). . . . No quiero extenderme más. Mañana hablaré sobre “Maternidad” (“Mutter”, de Carl Froelich). Hablaremos sobre “The crow” (“La Multitud”, 1927) de King Vidor, y algunas más, en esa sarabanda de los géneros, ciclos y modas, inspirados en temas familiares. César R. Docampo.
http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2009/06/07/tambien-hoy-me-encuentro-triste-/ 2009-06-07T12:10:47Z
César latabernadelosmares@yahoo.es

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