"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 15 de septiembre de 2014

HOY ME ENCUENTRO TRISTE...

HOY ME ENCUENTRO TRISTE...
...QUIERO HABLAR DEL CINE Y DEL AMOR. ============================ Cuando en 1960 Michelángelo Antonioni presentó en el Festival de Cannes su famoso y discutido film “L'aventura”, hizo distribuir como explicación de su obra un breve escrito donde se preguntaba: “¿Qué creéis que significa este erotismo que ha invadido la literatura y los espectáculos? ¿Es acaso un síntoma de la enfermedad que sufren los sentimientos?”. Lo que Antonioni intenta hacernos ver es que no seríamos eróticos, o sea enfermos de Eros, si Eros gozara de buena salud. Y al hablar de buena salud quiere decirnos que el Eros (el AMOR) ha de ajustarse a la medida del hombre (animal racional), pero también a la travesura de nuestros sueños y esperanzas. Hay un hecho indudable; el hombre moderno, siendo en gran medida un ser existencial, siente la angustia y el dolor de su insuficiencia amorosa. Y todo este gran problema en su universo nadie lo sabe contar mejor que el cine. Estoy pensando en “betsellers” como “David Copperfield”, “Margarita Gautier” o “Romeo y Julieta” donde la cámara nos cuenta, en líneas muy simples, los grandes mitos del amor humano. A mi juicio la primera y gran revelación de este género fue Frank Capra, quien supo transformar novelas de segunda fila, o simples comedias, en profundos mensajes de cálida humanidad, recreando un verdadero paraíso humano en “Horizontes perdidos”; abordando el tema de la libertad personal en “Vive como quieras”; o haciendo un canto a las virtudes del hombre y a la fuerza moral del matrimonio en “Qué bello es vivir”. (Estoy deseando desarrollar ante ustedes algunos ejemplos de cómo el cine trata el matrimonio, mejor dicho la Familia; deseo hablarles de cortometrajes tan inmensos como “Nanoock of the north” (Nanuk, el esquimal) o “Man of Arán” (El hombre de Arán), ambos de Robert Flaherty. Perdonen el inciso. Sólo como excepción (y siempre en apariencia) deja el Cine de ocuparse del amor. Es muy reducido el número de films que suprimen, como protagonista, a la pareja humana. Desde aquel famoso beso que May Irwin y John C. Rise se daban en el teatro de Broadway, allá por el año 1896, y que fue el primero que se cinematografió, miles de metros de celuloide se han venido llenando de besos; la muchedumbre de los mismos ha vencido incluso la resistencia de quienes en principio se escandalizaban. Y surge la pregunta: ¿Es que el Cine profundiza más allá de las simples relaciones entre hombre y mujer? Porque éstas no son más que un aspecto de la tendencia espiritual que en el hombre existe y que llamamos amor. Para responder a la pregunta anterior, antes deberíamos comenzar por una clasificación del amor, en sus tres vertientes: El amor en la pareja humana, el amor genérico (caridad hacia los hombres) y el amor hacia Dios. Las tres manifestaciones caben en el Cine y, en una u otra forma, han sido reflejadas en films. Un historiador sabe además que el amor es una de las formas esenciales de cultura y, por lo mismo, es también un hecho histórico sujeto a cambios y a evoluciones. Así, las grandes formas del amor humano fueron constituídas sobre una base cristiana a partir del gran proceso de transformación que sufrió la sociedad occidental en el siglo XII, al mismo tiempo que la épica se diluía en poesía lírica. Los temas literarios que entonces se crearon (Tristán e Iseo, Lohengrin, Parsifal, y luego Romeo y Julieta, popularizada mucho más tarde por los cuentos de Mateo Bandello, determinaron cuatro formas fundamentales para el planteamiento del problema. PRIMERA: “Tristán (la Luna) e Iseo o Isolda (el Sol)”, relata un mítico amor, de tradición celta, que inspiró a Wagner. Conviene advertir que en las lenguas célticas la Luna es de género masculino y el Sol, de género femenino. La obra es del siglo XIII, y en ella prevalece una tesis curiosa: Tristán moriría si no tuviera relaciones íntimas con Iseo por lo menos una vez cada mes. SEGUNDA: La acción de Lohengrin tiene lugar en Alemania durante el reinado del rey Enrique “El Pajarero” (919-936 d.C.). Lohengrin (el amor-renuncia) se asoma en “Breve encuentro” de David Lean, y también (en cierto modo) en el bellísimo poema escrito por Chaplin en “Luces de la ciudad”. TERCERA: “Parsifal” (amor divino), representa la cumbre más elevada alcanzada por la Edad Media. CUARTA: En el caso de Romeo y Julieta, habría que hablar de una “casta sensualidad”. La cultura occidental, educada en esencias cristianas, se ha mantenido fiel a esa múltiple concepción del amor. Por otra parte, aunque amor y sexo aparezcan unidos, son mostrados como cosas distintas. La característica del primero, es servir de soporte a las totales relaciones humanas. La ética cristiana medieval creó las obligaciones de fidelidad y amor entre gobernantes y gobernados, entre amos y siervos, entre señores y vasallos, como en una mutua relación íntima y cordial. (Otro día hablaremos de “Amor y Sexo en el cine”. . . . Desde 1955 Europa ha logrado un espléndido nivel de vida. Al mismo tiempo, asiste a la destrucción de uno de los grandes mitos de nuestro siglo, el Marxismo, que si puede conquistar todavía muchas conciencias en otros continentes, en Europa y para los europeos comenzaba a revelar su verdadera naturaleza imperialista. Es cuando, ante las crisis de fe, el existencialismo como postura invade sectores cada vez más amplios. Todo cuanto no conserva la moral cristiana parece inclinarse hacia esta nueva forma moral, más de Sören Kierkegaard que de J.P. Sartre: La angustia existencial. Así se muestra en realizadores como Federico Fellini y Michelángelo Antonioni. Es un dato curioso el que “La dolce vita” y “L'Aventura” se hayan producido al mismo tiempo, en 1959. El amor falseado y prostituído, se disuelve en amargura simple. Se disuelve en una especie de bestialidad, que simboliza Fellini (en “La dolce vita”) haciendo que Marcello cubra de plumas a una mujer “caída”; y que Antonioni (en “L'aventura”) exprese lo mismo haciendo que una prostituta recoja con los pies el salario del pecado. . . . Desde entonces, el cine vive horas de tensión ética, como muestra de las crisis que se vienen produciendo en nuestra sociedad. La diferencia entre Fellini y Antonioni consiste en que Fellini cree en Dios; Michelángelo Antonioni, sólo cree en el hombre, aunque exprese tímidamente una cierta nostalgia fotografiando un Biblia o llevando con morosidad la cruz en la fachada de una iglesia a ocupar el centro de la pantalla. En esta disyunción está la clave porque no hay duda de que la influencia del cine sobre la sociedad es extraordinaria. Si permitimos que la angustia existencial moldee los sentimientos de los hombres, habremos puesto fin a una vieja civilización. El camino, por supuesto no está en cerrar puertas, ni tampoco en refugiarnos en convencionalismos falsos. Hay que crear. Crear un cine en donde el amor sea la expresión de una fuerza vital humana. Un cine humanista. César R. Docampo
http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2009/06/04/hoy-me-encuentro-triste-/ 2009-06-04T17:53:37Z
César latabernadelosmares@yahoo.es

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