En realidad, Shopenhauer es un romántico a pesar suyo. La subjetividad, la intuición y la melancolía, notas típicamente románticas, aparecen a lo largo de su obra y, consecuentemente, caracterizan su estética.
El hecho más importante para filiar la posición romántica de Schopenhauer es su orientalismo. Ribot lo caracterizaba como un "budista extraviado en Occidente"; la imagen no puede ser más feliz.
Habría que verle importando a Europa las teorías orientales del dolor, el ascetismo y la muerte, como lo hicieron los quietistas españoles dos siglos antes.
Era la lucha contra la diosa Razón.
Una actitud búdica e hinduista, aunque tamizada por la presencia de Kant y Platón.
Su "extravío" no dejaba de ser una forma de orientalismo sui géneris, como aconteció con la mayoría de los románticos.
En el fondo se trataba de una mística arcaica y sutil, culminando en la exaltación de la Voluntad-Instinto.
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En el lapso de tiempo que media desde su muerte (1860), hasta comienzos de la primera Guerra Mundial (1914), el pensamiento de Schopenhauer se transmitió mediante tres de sus grandes discípulos: Ricardo Wagner, Federico Nietzsche y León Tolstoi. Y más tarde Thomas Mann que se convirtió en su albacea.
César R. Docampo
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