MEJORES ESCLAVAS
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Escribe Carmen García Ribas:
Rosa va con cierta frecuencia a Japón; es directora de una empresa familiar que trabaja internacionalmente y me llama escandalizada de lo que ha visto.
Las japonesas han cambiado el traje chaqueta de ejecutiva por unos modelos de barby-lolita que van de escándalo.
Algo parecido me contó Isabel, que es médica, cuando llegó de un viaje a Rusia. Mujeres hermosas con títulos universitarios se echan a la calle (o a los locales de moda) con ropa espectacularmente sexy en busca de un hombre.
Y qué decir de las propuestas que nos llegan desde Estados Unidos... Sólo con ver la famosa serie “Sexo en Nueva York” ya vemos cómo están ellas.
El fenómeno es internacional: mujeres preparadas, con una gran experiencia profesional, desesperadas por las dificultades y solas, buscan a un hombre que las “libere” de ese mundo de mujeres liberadas, en el cual pensaban obtener el justo pago por sus méritos y sólo han recibido animadversión. El camino es equivocado.
El camino de la vida profesional les ha aportado poco dinero, mucha hostilidad y ningún reconocimiento.
El amor en mayúsculas, en minúsculas o en migajas, no ha aparecido en su vida profesional. Han percibido su vida aún más dura que la de sus madres, porque todo el valor añadido de esta generación de mujeres extraordinarias no les ha servido para ser más libres; y si ahora, en lugar de aprender a darse poder y a buscar los recursos intelectuales y emocionales para solucionar lo que han pasado, se echan a la calle con lo que les queda de juventud buscando un marido, será el fracaso de todas.
Porque después de buscar ser libres y amar desde la libertad, se han dado cuenta de que sus condiciones son de “mejores esclavas”.
En “MIEDO A SER”, de Carmen García Ribas, (pag. 47-48)
Se trata de un libro de 130 páginas que se lee de un tirón. Cuesta 12,90 euros. A mi juicio viene a ser una síntesis moderna de “El Segundo Sexo” de la “amante” de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir. También aquí podrán leer decenas de historias personales aguantadas y sufridas por mujeres donde la fragilidad y el desgarro de muchas relaciones sexuales, la sumisión, los rechazos y soledad, las emociones tóxicas, las agresiones, los miedos, la rabia, los malos tratos en el trabajo o en la pareja, pueden acabar en cola para comprar antidepresivos (en el mejor de los casos), cuando no en suicidio o peor aún con ese número de puñaladas, dentro de un saco, camino del tanatorio.
Algo tendrá que hacer el Gobierno, olvidándose de ese Ministerio para la Igualdad, una estructura más que cierra el paso a las mujeres.
César R. Docampo
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