"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 14 de septiembre de 2014

¿ES DIOS EL UNIVERSO? (7)

Si aceptamos entrar en el pensamiento metalógico, si no se cede nada ante lo incognoscible, si se admite que ese incognoscible reside en el corazón mismo de la moderna armadura científica, se comprenderá por qué los descubrimientos más recientes de la nueva física se acercan a la esfera de una intuición metafísica sobre Dios.
De paso, se entenderá mejor en qué sentido se equivocó Einstein, el último de los físicos clásicos, persuadido de que el universo era cognoscible. Hoy, todos los físicos sin excepción, experimentan un agnosticismo de nuevo cuño ante las extrañas e inestables fronteras establecidas por la teoría cuántica: la realidad no es cognoscible; está velada y destinada a permanecer así. Aceptar esta conclusión es descubrir que existe una solución de recambio hacia otra física y otra lógica.
¿Una lógica de lo extraño? No se necesitaba menos para fundar el nuevo edificio conceptual, el más potente y también el más desconcertante de nuestro siglo pasado: la teoría cuántica. Frente a ella, las interpretaciones del universo fieles al buen sentido, como la objetividad y el determinismo, no se sostienen. ¿Qué debemos admitir a cambio? ¿Que la realidad “en sí” (Kant a este “en sí” lo denominaba el “Ignotum X”, o “X incógnitum”, o “Noúmeno”), no existe? ¿Que depende del modo en que decidamos observarla? ¿Que las entidades elementales que la componen pueden ser al mismo tiempo una cosa (una onda) y otra (una partícula)? ¿Y que, en cualquier caso, esta realidad es, en el fondo, indeterminada?
Aunque formada por varios siglos de teorías físicas y de experimentos, la visión materialista del mundo desaparece de nuestra vista: debemos prepararnos para penetrar en un mundo totalmente desconocido.
Otro resultado de esa otra lógica: La existencia de un orden en el seno del caos. ¿Qué hay de común entre una columna de humo, un relámpago en el cielo, una bandera que ondea al viento o el agua que mana de un grifo? Aparentemente, estos fenómenos son caóticos, desordenados. Sin embargo, al examinarlos a la luz de ese nuevo enfoque que es la teoría del caos, se descubre que acontecimientos en apariencia desordenados e imprevisibles, entrañan un orden tan sorprendente como profundo. ¿Cómo explicar la existencia de un orden así en el corazón del caos? Más exactamente; en un universo sometido a la entropía, irresistiblemente arrastrado hacia un desorden creciente, ¿por qué y cómo aparece el orden?
Mis palabras no se limitan a un exploración -clásica en resumidas cuentas- de los misterios del espíritu y de la materia; tampoco me contento con ofrecer al lector un enfoque atractivo de las creencias y de la religión: la ciencia en estos días se está abriendo a una nueva cosmología, a una manera profundamente diferente de pensar la Realidad misma. Detrás del orden evanescente de los fenómenos, más allá de las apariencias, la física cuántica roza de manera sorprendente la Transcendencia, hacia un encuentro entre Dios y la ciencia.
¿No existe hoy una suerte de convergencia entre el trabajo del físico y el de los filósofos?´¿No plantean, uno y otro, las mismas preguntas esenciales? Cada año que pasa se aquilata más revisionando las teorías sobre las líneas fronterizas que cercan nuestra Realidad: Lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande. Y entonces tanto la teoría cuántica como la cosmología empujan cada vez más lejos los límites del saber, hasta casi rozar el más fundamental enigma con que se enfrenta el espíritu
humano: La existencia de un Ser Transcendente, a la vez causa y significado del gran universo. ¿No se dará, acaso, un encuentro entre Ciencia y creencias Religiosas? ¿No será el mismo Dios haciéndose perceptible, reconocible, casi visible en el fondo de lo real que describen los físicos?
. . .
Esta nueva cosmovisión, a mi juicio se inició en 1927.
El año de 1927 fue uno de los más importantes en la historia del pensamiento contemporáneo. Señaló el comienzo de lo que estamos llamando “filosofía metarrealista”. Es el año en el que Heisenberg expuso su principio de incertidumbre, el canónigo Lemaître dio a conocer su teoría sobre la expansión del universo, Einstein propuso su teoría del campo unitario, Teilhard de Chardín publicó los primeros elementos de su teoría evolutiva, que se prolongaría en el Más Allá, después de la muerte, hacia lo que él llama el Punto Omega (Cristo). Y es 1927 el año del Congreso de Copenhague, que marca la fundación oficial de la teoría cuántica.
Pues bien; ante estas conmociones epistemológicas provocadas por hombres de ciencia, a los filósofos nos queda preguntar por el significado de esas conmociones: ¿Qué es lo que la Ciencia intenta transmitirnos? ¿Cuáles son los nuevos valores que ella propone y en qué contribuye a una nueva visión del mundo?
¿Acaso el Universo no es otra cosa que aquello que llamamos Dios? ¿Su imagen o su Realidad Misma?
César R. Docampo
http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2007/08/25/-es-dios-universo-7-/ 2007-08-25T17:10:00Z César latabernadelosmares@yahoo.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario