"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 14 de septiembre de 2014

EN EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS (35) Mañana es el día de Todos los Santos. Una fecha para recordar a los muertos, lo mismo que harán nuestros descendientes con nosotros cuando, al cabo de los años, nos lleven al cementerio, recen el último responso y ¡ahí te quedas! En la noche de los tiempos. Para la eternidad. El culto a los muertos no es tan sólo un rito cristiano, es una costumbre ancestral heredada desde los primeros pobladores de la tierra. Costumbre o rito alimentados por la creencia de que somos inextinguibles, pero en la oscuridad de no saber ni cómo ni a dónde nos llevarán un día. Sabemos que todo cuanto nace ha de morir. Sabemos que todo proviene de la tierra y, a la tierra, retornará de una u otra forma. Sabemos además que, con la muerte, no todo se acabó. Hay en nosotros algo que trasciende a la muerte: El “yo”, “conciencia”, “alma”, “espíritu”, no importa su nombre. Y ese ALGO distinto del cuerpo, que alentó y le dio vida al cuerpo, es “simple”. Si es simple, carece de partes. Y, si no hay partes, no puede haber muerte, porque la muerte es disgregación o descomposición de partes. Luego ese ALGO que no es materia ni depende intrínsecamente de la materia, es de orden inmaterial, es espiritual, es inmortal. Ahora bien; ese “ALGO”, que es el verdadero “YO”, lo que nosotros somos, no habita en los cementerios. En los cementerios enterramos átomos de materia inerte, sin alma, sin conciencia, sin vida. Y entonces, ahora, la pregunta es: Dios, ¿dónde se encuentran nuestros muertos? Se despojaron de un cuerpo material. Volaron, ¿cómo? (¿igual que mariposas?), ¿por dónde?, ¿a dónde? ¿Al Valle de Josafat? ¿Al seno de Abraham, junto a Dios? ¿Están comprimidos en Dios, o habitan en las Galaxias, en los espacios siderales infinitos? El científico jesuita Teilhard de Chardín decía: “En cada partícula, en cada átomo, en cada molécula, en cada célula de materia viven escondidas y trabajan a espaldas de todos la Omnisciencia de lo eterno y la Omnipotencia de los Infinito”. ¿Pueden los telescopios rastrear esa realidad? . . . Al hundir el telescopio en los abismos del espacio, al momento el astrónomo descubre una especie de torbellinos luminosos que, aunque no perceptibles a simple vista, sugieren con sus dimensiones, y más aún por el cálculo de sus distancias, la posibilidad de que sean otros tantos e inmensos sistemas estelares independientes del nuestro, es decir, que sean otras nebulosas distintas de nuestra Galaxia, la Vía Láctea. Nebulosas extragalácticas, o hipergalaxias. El Sol y todas las estrellas que podemos ver a simple vista forman parte de la Vía Láctea, nuestra galaxia, que agrupa a unas 100 mil millones de estrellas. Hubo una época en la que se creyó que nuestra Vía Láctea contenía a todos los objetos celestes y por lo tanto la Vía Láctea y el Universo eran la misma cosa. Se sabía que las estrellas eran parte de la Vía Láctea, pero faltaba por determinar si los distintos tipos de nebulosas, como Andrómeda y las Nubes de Magallanes, estaban también dentro de ella. Pues no. El Universo no termina en la Vía Láctea. Existen miles de millones de galaxias. De entre todas ellas sólo hay tres que podemos ver a simple vista: La Vía Láctea, la galaxia Andrómeda y las Nubes de Magallanes, siendo las tres los objetos más lejanos que el ojo humano puede percibir. Edwin Hubble, demostró que Andrómeda es efectivamente una galaxia aparte de la nuestra. La distancia entre la Vía Láctea y Andrómeda es superior a dos millones de años luz. Las Nubes de Magallanes están a 170.000 y 100.000 años luz de la Vía Láctea. Son galaxias satélites de nuestra Vía Láctea. Andrómeda es una de las galaxias espirales más grandes que se conocen, tiene más de 400 mil millones de estrellas, y es cuatro veces mayor que nuestra Vía Láctea. La masa total de la Gran Nube de Magallanes es, probablemente, del orden de 4.000 a 5.000 millones de veces la del Sol, constituyendo el más brillante “enjambre de estrellas”. Pero hay todavía más: Nuestra Vía Láctea, las “Nubes de Magallanes” y Andrómeda, a su vez, forman parte de un grupo de 30 galaxias denominado "el grupo local", que si tratáramos de medir su longitud, sería algo así como, que, viajando a la velocidad de la luz (300.000 Kms. por segundo), tardaríamos unos 10 millones de años en recorrer ese grupo de galaxias. Y nos preguntamos: ¿Eso es todo? ¿No será que hasta ahora tan sólo conocemos, o nos hemos asomado al zaguán y a la puerta del Universo Total Infinito? . . . Uno de los eventos astronómicos más sobresalientes del siglo pasado, fue la explosión de una supernova en la Nube Mayor de Magallanes, en febrero de 1987. Se trató de la primera supernova visible a simple vista en 383 años, la primera desde la invención del telescopio. Desde su descubrimiento ha sido detenidamente investigada, y los astrónomos han podido obtener información única sobre este proceso en el cual una estrella de gran tamaño termina su vida brillando como si fueran miles de millones de estrellas al explotar y arrojar su materia al espacio. Una estrella muere multiplicándose. =========================================== R E F L E X I Ó N: ¿Pasará lo mismo con nosotros? El hombre es la imagen misma de Dios, y el Universo es una placa holográfica que contiene el Todo en cada parte. Cada ser humano es la imagen de la totalidad que es Dios. Y no me estoy yendo por el camino de las metáforas. No hay más que energía; todo es energía que se mantiene y propaga sin cesar a través de todo el universo. Y cada región del espacio contiene (por pequeña que sea) la configuración del conjunto. Quiero decir que todo cuanto acontece en nuestro planeta Tierra, en nuestra ciudad, en mi casa, en mi yo, todo, absolutamente todo está dictado por todas las jerarquías de las estructuras del Universo. Hay quien pudiera pensar que esto es para cortar el aliento: Un Universo holográfico infinito en el que cada región, aun siendo distinta, contiene el Todo. Todo refleja a todo lo demás. Por aquí camina, científicamente, la teoría cuántica. Nuestros muertos, que llevan tiempo paseándose por las riberas de Andrómeda y, un instante después, recreándose por entre los bosques y arenales de las hermosas galaxias de Magallanes, siguiendo por la constelación Lira, Ave del Paraíso, Cruz del Sur, Osa Mayor y Menor, Triángulo Austral… y así hasta más de las 88 constelaciones hasta ahora conocidas. No sólo nosotros, también nuestros antepasados visitarán mañana nuestros cementerios, decididos a recrearse en los espacios de su anterior vida. ¿Esto es posible? ¡Posible! Nuestros antepasados “viven”, son celestiales almas, más verdaderas que el suelo que ahora tengo debajo de mis pies. Están en el Universo Infinito. En un instante, como lo hace el taguán saltando entre dos árboles, nuestros difuntos querrán “posarse” en el sagrado suelo del camposanto de su pueblo o ciudad. Alguien dirá: ¿Cómo lo sabes? Y ésta es mi respuesta: “Porque todos tenemos el Infinito en el hueco de nuestras manos”. César R. Docampo http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2007/10/31/en-dia-todos-santos-35-/ 2007-10-31T19:55:25Z César latabernadelosmares@yahoo.es

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