"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 15 de septiembre de 2014

EL MITO DEL AMOR ROMÁNTICO (52)
Asunto: Responder citando

La experiencia del enamorarse tal vez tenga como característica la ilusión de que esa experiencia habrá de durar para siempre. En nuestra cultura semejante ilusión se ve fomentada por el mito tan difundido del amor romántico que tiene su origen en nuestros cuentos de hadas favoritos de la niñez. Cuentos en los que el príncipe y la princesa una vez unidos viven siempre felices. El mito del amor romántico nos dice, en efecto, que para cada joven del mundo hay una joven que le está destinada y viceversa. Además el mito implica que hay sólo un hombre destinado a una mujer y sólo una mujer a un hombre, lo cual está predeterminado por los astros. Cuando encontramos a la persona a la cual estamos destinados, la reconocemos al enamorarnos de ella. Nos hemos encontrado con la persona señalada por el cielo y como la unión es perfecta estaremos en condiciones de satisfacer siempre y para siempre todas las necesidades de esa otra persona y luego viviremos felices en una unión perfecta y armónica. Pero ocurre que no satisfacemos todas las necesidades de la otra persona, sino que surgen fricciones y dejamos de estar enamorados; entonces vemos con claridad que cometimos un terrible error, que interpretamos equivocadamente los astros, que no nos entregamos a la única y perfecta persona que nos estaba destinada, que lo que pensamos que era amor no era amor “verdadero” o “real”; en esta situación nada se puede hacer, como no sea continuar viviendo en la infelicidad o divorciarse. Si bien en general compruebo que los grandes mitos son grandes precisamente porque representan verdades universales que en ellos cobran cuerpo (en alguna ocasión podríamos examinar varios de estos mitos), el mito del amor romántico es una tremenda mentira. Quizás sea una mentira necesaria por cuanto asegura la supervivencia de la especie al alentar y aparentemente validar la experiencia de enamorarnos que nos atrapa en el matrimonio. Millones de personas malgastan grandes cantidades de energía en un intento fútil y desesperado de hacer que la realidad de sus vidas se ajuste a la irrealidad del mito. Por ejemplo: La señora A, se somete absurdamente al marido movida por un sentimiento de culpa. “Realmente no amaba a mi marido cuando me casé”, dice. “Fingí que lo amaba. Supongo que lo engatusé, de modo que ahora no tengo derecho a quejarme y debo hacer todo cuanto él desea”. El señor B. se lamenta: “Deploro no haberme casado con la señorita C. Creo que habríamos hecho un buen matrimonio. Pero no me sentía locamente enamorado de ella y entonces pensé que tal vez no fuera la persona conveniente para mí”. La señora D., casada dos años atrás, se siente profundamente deprimida sin causa aparente e inicia una terapia declarando: “No sé qué marcha mal. Obtuve todo lo que necesitaba, incluso un matrimonio perfecto”. Sólo unos meses después la paciente es capaz de aceptar que ya no está enamorada de su marido y que esto no significa que haya cometido un horrible error. El señor E., también casado dos años atrás, comienza a sufrir intensos dolores de cabeza por las noches y no puede creer que esos dolores sean psicosomáticos. “Mi vida conyugal es excelente. Amo a mi mujer como el día en que me casé con ella. Es todo lo que puedo desear”, pero dice, que los dolores de cabeza no le dejan tranquilo hasta un año después cuando llega a admitir: “Me enloquece con su manera de estar siempre pidiéndome y pidiéndome cosas sin considerar mi sueldo”. El señor y la señora F. reconocen mutuamente que han dejado de estar enamorados y entonces se entregan a bajas infidelidades en su afán por encontrar un “amor verdadero”, sin advertir que ese reconocimiento mismo podría marcar el comienzo de su matrimonio en lugar de marcar su fin Aun cuando las parejas hayan reconocido que la luna de miel terminó, que ya no están románticamente enamorados, continúan aferrándose al mito al cual intentan ajustar sus vidas. “Si bien ya no estamos enamorados, si obramos mediante la fuerza de voluntad como si todavía lo estuviéramos, tal vez el amor romántico vuelva a nuestra vida”, piensan. Esas parejas valoran en alto grado la unión. Cuando entran en terapia grupal de parejas, sus miembros suelen sentarse juntos, uno habla por el otro, uno sale en defensa de los defectos del otro y tratan ambos de presentar al resto del grupo un frente unido, en la creencia de que semejante unidad es un signo de relativo bienestar del matrimonio y un requisito para su mejoramiento. Tarde o temprano, generalmente temprano, a lo mejor habría que decirles a las parejas demasiado íntimamente unidas que necesitan establecer cierta distancia psicológica entre sí antes de poder trabajar constructivamente en sus problemas. A veces hasta sería necesario separar a los miembros de una pareja físicamente, hacerlos sentar apartados el uno del otro en el círculo del grupo. Siempre es necesario pedirles que se abstengan de hablar el uno por el otro o defender el uno al otro contra el grupo. En la terapia todas las parejas aprenden que aceptar verdaderamente la individualidad de cada cual y su separación es la única base sobre la cual puede fundarse un matrimonio maduro y puede crecer un verdadero amor. Éste es el principio básico del matrimonio abierto a diferencia del matrimonio cerrado. El matrimonio abierto es tal vez la única clase de matrimonio maduro realmente saludable y no seriamente destructivo de la salud y crecimiento espirituales de los miembros de la pareja. Mi pregunta es: ¿Tienen algo que decir sobre todo esto las religiones, la Iglesia católica? Cuando nuestros obispos y cardenales hablan y hablan sobre las maravillas del matrimonio, ¿qué aportan? ¿Experiencia propia o experiencia ajena; ciencia infusa o el don de la Fe? ¿No estarán acaso hablándonos de un jardín que ellos nunca cultivaron? ¿Es el amor romántico una realidad, un lujo, o un “éxtasis” de un fin de semana? ¿Ustedes qué piensan? Mientras, sean felices, pásenlo bien. Es el deseo de César R. Docampo

http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2008/01/30/el-mito-del-amor-romantico-52-/
2008-01-30T12:07:57Z
César latabernadelosmares@yahoo.es

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