"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 15 de septiembre de 2014

DOMINGO DE RESURRECCIÓN. ¿DÓNDE ESTÁ, MUERTE, TU AGUIJÓN? ========================== "Jamás se pierde el bien. Perpetuamente vive. (…) En la tierra, los arcos fragmentarios; en el cielo, el círculo perfecto. Todo cuanto de bueno anhelamos, esperamos o soñamos, tendrá positiva existencia, no en imagen, sino por sí mismo. La Belleza, la Bondad y el Poder, cuyas voces nos parecen desvanecidas, perdurarán cuando la ETERNIDAD prolongue las horas". (BROWNING, poeta, en su canto "Abt Vogler") ¡Y resucitó! Encontrábame ahora en medio de un extenso vergel, alfombrado por miles de millones de camomilas. Quebrada la Oscuridad, en aquella inmensa pradera verde, parpadeaban las primeras luces del alba. Sobre mi cabeza vuelan enormes sulas y pájaros bobos. Después de dejar la playa a la que me había conducido el barquero Caronte (mi Ángel de la Guarda), entregado mi óbolo, voy caminando montaña arriba entre cientos de miles de ágramos, secoyas y verdescentes helechos. En todo iba viendo un brillo dorado de infinita venustidad. En la Tierra de donde yo venía, decían unos: "¡Hemos de morir!". Otros en cambio decían: "¡Hemos de vivir!". Y a mí me parecía que, lo que había sido mi muerte, estaba desembocando en una eternidad radiante, diciéndome a mí mismo: "Y resucitó". Entonces sentí una VOZ que me decía: "Sigue caminando. En la cima de la montaña esperan por ti". Y así fue. Cuando llegué a la cumbre, aquel personaje de LUZ que había visto en sueños días antes, hízose presente. Y, sin hablar, me dijo: "¡Hola, mi buen amigo! ¡Ven! Voy a llevarte a la Infinita Ciudad, al País de la Luz, a la Ciudad de los Tiempos Infinitos, a los Valles del Amanecer, por donde discurre El Río de la Eternidad". . . . "Pues así es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción y resucita en incorrupción. Se siembra en ignominia y se levanta en gloria. Se siembra en flaqueza y se levanta en poder. Se siembra un cuerpo animal y se levanta un cuerpo espiritual". (…) "La muerte ha sido sorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?". (1ª CORINTIOS, XV, 42-44 y 55) . . . La historia de todas las religiones y filosofías nos enseña que esta alta verdad (La Resurrección), indispensable al género humano, ha sido trasmitida en las tradicciones de diversas naciones, en distintos tiempos, de las más variadas maneras. A veces a través de extrañas fábulas e imágenes que correspondían a las limitaciones de sus autores. Lo esencial es que se reconoce que nos encontramos en un estado que, si parece oprimirnos y humillarnos, nos ofrece sin embargo la ocasión que se nos impone como un deber. El de elevarnos y de cumplir las intenciones de la divinidad, de tal modo que si de un lado nos vemos forzados a concentrarnos en nosotros mismos, por otra parte debemos enajenarnos en alternativas regulares. Así o algo así es la cosmovisión teológica directamente inspirada en el Gnosticismo y la Cábala. Y, en cierta manera, estas son las ideas que subyacen en Goethe, lo mismo en el cuento de "La Serpiente Verde y el Hermoso Lirio", como en la grandiosidad de su "Fausto". Lo mismo que en la patria de las diosas Deméter y Perséfone, donde el vivir es un constante resucitar o volver de la muerte. . . . Beethoven, en su "Himno a la alegría", al final de la novena sinfonía, establece una clara forma revolucionaria de trabajar. Le da un rumbo distinto a la música, inaugurando otra época: El Romanticismo. Igual que Schiller o Byron, encarna un nuevo tipo de artista autónomo que ya no se debe nada más que a su arte. Ese algo que se traduce fisonómicamente en aquella mirada intensa de Beethoven y en sus cabellos desordenados, como si fuera un encuentro entre la genialidad y la locura. El romanticismo es el arte de lo eterno. Lo mismo Schiller que Byron o el sordo Beethoven de cabellos desordenados y genial locura, vienen a decirnos que después de morir no podemos seguir bajo los pulgares de la muerte, porque, si el espíritu de contradicción y el amor a las paradojas los poseemos todos, nunca podremos consumirnos perdiendo nuestros derechos a la eternidad. Merced a la fuerza vital, siempre activa de los Elohim, somos capaces de restablecer el lazo originario con la divinidad, pues toda creación no es más que un escindirse y un retornar al origen. Yo pienso la redención de Cristo como algo decretado desde la eternidad, teniendo que renovarse incesantemente durante todo el tiempo del ser y el devenir. En la creación, la divinidad se ha revestido de forma humana; forma que comparte durante un corto espacio de tiempo con el destino de los hombres. Nada más y nada menos. Y a todos vosotros, felicidades. Desde mi Pensión Avenida, un saludo. César R. Docampo http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2009/04/12/domingo-resurreccion-/ 2009-04-12T03:54:20Z César latabernadelosmares@yahoo.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario