CUATRO MIL GRITOS, es la nueva manera de ponerle nombre a esos más de CUATRO MIL ESPAÑOLES que hoy padecen una cruel enfermedad: La llaman “Esclerosis Lateral Amiotrófica”. Enfermedad que padece desde hace más de un año Ascensión Padilla Recio, mi mujer. Después de haber dado muchas vueltas de aquí para allá, sin ayuda de nadie (¡de nadie!), hasta diagnosticar su sufrimiento, lleva hospitalizada dos meses.
En estos instantes se nos está muriendo.
Mi hija Noelia y yo estamos con ella. Si alguien tiene a bien elevar una oración a Dios Todopoderoso, reciba nuestro agradecimiento.
Cuando Ascensión está a punto de adentrarse en el Más Allá, al encuentro con su padre Francisco Padilla Casero, con su hijo Leopoldo y con los demás familiares, a mí no me queda otra cosa que recordar aquellos versos que le escribí el 11 de Julio de 1965, cuando la conocí. Fue al final de la Calle Real, venía vestida de negro (luto que guardaba por su tío D. Manuel Recio), venía en compañía de Isabel Pérez, venían de la ermita San Benito.
La imagen que impregnó mi alma frente a la belleza de sus ojos, traté de dibujarla con palabras. Son éstas:
A UNOS OJOS
A unos ojos donde nació la alborada
y son establo callado del mito,
campanario lejano,
fresales dormidos.
A unos ojos que no sé si olvidarlos,
si peregrinar por verlos,
si arrodillarme y conocerlos,
si, aventurando el corazón,
amarlos.
Si tus ojos se van...
abrasaré mi piel contra el recuerdo,
llevaré mi corazón al mercado
-canción salvaje-
gritando...!
Si tus ojos se van...,
pondré luto en todas las cabañas,
corbatas negras en los fresales,
y estará Dios con alas blancas,
cuando yo lance un grito al anochecer,
sepultando el firmamento,
el caballo de mi vida,
bajo las aguas.
Cuando ciñas tu chal para ese último viaje
y sientas la alegría de tu aventura...
Cuando alguien cierre tus ojos, y su hermosura
se entierre bajo el lomo oscuro de los puentes,
recordaré
-¡qué triste!-
todas las imágenes
que, sobre el fondo de tus ojos,
duermen.
. . .
A unos ojos que no sé si olvidarlos,
si peregrinar por verlos,
si arrodillarme y conocerlos,
si, aventurando el corazón,
amarlos.
César R. Docampo
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