"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 15 de septiembre de 2014

AVALANCHA DE OBJECIONES DE CONCIENCIA... (94)
...ANTE LA IDEOLOGIZADA ASIGNATURA “EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA”.
La señora Consejera de Educación de la Junta de Andalucía, ha demostrado tener mala educación, al publicar los nombres de los padres que, en base al Art. 12 de la Ley 30/1992, de 26 de Noviembre, más la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, hacen uso de su derecho.
El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en setencia del 8 de Enero de 2007, le recuerda a la Junta de Andalucía que la objeción de conciencia forma parte del contenido del derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa reconocido en el Art. 16.1 de la Constitución Española.
Por todo lo cual, los padres exigen que la asignatura “Educación para la Ciudadanía” (EpC), no sea obligatoria, sino optativa. Luego lo que debe hacer la señora Consejera es acatar la ley y la sentencia de los tribunales y dejarse de pequeñas venganzas miserables como es dar a la luz pública los nombres de los padres implicados.
Pero es que hay Más.
Y yo que he consagrado gran parte de mi vida a la Enseñanza, quiero decir, sin acritud y con toda cordialidad, que disiento de cuantos políticos gruñen y pelean por imponernos la asignatura EpC. Sin desvalorar algunos aspectos de sus argumentaciones, correctas en cuanto a su finalidad, se sustentan en inexactitudes y falacias.
“Educar”, viene de “Educir”. Los verbos “Crear, emanar y educir”, son verbos que expresan las tres formas de transitar del “no-ser” al “ser”; de la “no existencia” (antes de la actuación de las causas), a la “existencia” (en cuanto al todo o en cuanto a algo, como consecuencia de haber intervenido esas causas). “Educir” no es extraer algo de la Nada (eso es “crear”); tampoco consiste en pasar algo de un estado a otro, permaneciendo tal cual (eso sería “emanar”, p.e. El agua emana de la fuente). “Educir” consiste en “dar forma” a una materia preexistente; a algo que ya existe y al que “formo” o “formalizo” con todo el respeto a “ese algo” que tengo ante mí o entre mis manos; en el caso concreto de un niño, un ser maravilloso en su arquitectura anatómico biológica, más una conciencia virgen, intacta, abierta al mundo, muy porosa o receptiva, con todas sus capacidades que necesitan estructurarse (formalizarse) y entre las que resplandece la más importante de todas que es la LIBERTAD.
Ahora bien... "Educar" y "Enseñar" no son conceptos unívocos, sino análogos. Son lo mismo y no son lo mismo, en parte sí, en parte no.
PRIMERO: Los profesores “enseñamos”, transmitimos conocimientos. Sólo “educamos” indirectamente, in oblicuo, con nuestro ejemplo. Un niño se “educa” en el hogar, en la calle, ante a los medios de comunicación (cine, TV, internet, etc.). En última instancia, en la clase. Ni el Gobierno ni los políticos son quienes para entrometerse, implementar o normativizar mi esfera personal íntima. El papel del profesorado, en su vertiente estrictamente académica, no es educar, sino enseñar o transmitir conocimientos, sin adoctrinar. La educación de los hijos, por ley natural, no le incumbe al Estado ni al profesorado, sino a sus padres. A mis hijos los educo yo, como pueda y quiera. Sí, tal vez, en ciertas circunstancias muy concretas, surjan resquicios a donde debe acudir el Estado, pero siempre y sólo bajo los criterios de subsidiaridad y supletoriedad. “Ayudando” o “supliendo” al educador natural. Así de claro.
SEGUNDO: Después, ya en la praxis, hay muchos otros aspectos a tener en cuenta. Por ejemplo; en la escuela, instituto o universidad, hay asignaturas y “asignaturas”. Enseñar matemáticas o inglés no es lo mismo que enseñar Historia, Literatura o Filosofía; campos en los que, junto con los conocimientos, coexiste una carga ideológica importante que no se da en las matemáticas ni en el inglés. Desde la Historia, la historia de la Literatura y la Filosofía es muy fácil manipular las conciencias, crear adeptos, despertar admiración o repugnancia.
Así pues, estamos ante un tema muy escurridizo. Los profesores somos muy importantes en el campo de la Enseñanza; no así en los terrenos de la educación; realidad ésta donde, sí, educamos un poquitín, con EL EJEMPLO, con nuestro comportamiento personal. Por ejemplo:
TERCERO:
Yo soy un profesor que llega tarde a sus clases, voy mal vestido, las uñas sucias, oliendo a sudor, con halitosis o mal olor en el aliento. Además no sé escuchar a los alumnos, sólo dar voces y decir que no a todo. No explico bien los programas, no soy justo a la hora de calificar, soy vengativo, además presumo de suspender o cargarme al 90% de mis alumnos; y, para más INRI, mis clases son aburridísimas, importándome un pimiento la felicidad de mis alumnos. Díganme ustedes, ¿es esto “educar”? Sí, claro que sí: Es “mal-educar”, que tal vez también enseña a los alumnos; les enseña o refuerza en su buen juicio: Les enseña “cómo NO HAY QUE HACER las cosas”. Y después de mis clases calamitosas, aún me quejo, y voy diciendo que tengo que aparcar el coche lejos para que no me lo rayen ni pinchen las ruedas. He suspendido a más de media clase, la asignatura ha sido un fracaso, el primer fracasado soy yo. Porque mis alumnos, al acabar el curso, se irán a casa llenos de carencias, de resentimiento y desprecio hacia la asignatura y hacia mí. Han sido “mal educados” por mí. Y eso no me lo perdonarán nunca.
Y al contrario:
CUARTO:
Yo soy puntual y estoy a mi hora en clase. Bien aseado. Me alegro de ver y de poder estar con mis alumnos, de tener la suerte de encontrarnos para trabajar juntos ayudándonos mutuamente, en un clima de silencio y respeto (que se consigue sin dar voces ni amenazar; basta con que los alumnos vean que, además de estar bien preparado en la materia, vas a exigir y aprovechar el tiempo, preñando de contenidos esa hora de clase por su bien, por el bien de ellos, y con sentido del humor (hay que reír en clase). Es muy importante que a mis alumnos, desde el primer momento, les hable con toda claridad. Y que ellos (que lo captan todo al vuelo), vean en mí a una persona que está allí no para suspender, sino para aprobar; aprobarles porque los he preparado y “saben”. Regalar aprobados es muy fácil, lo hacen los profesores mediocres. Los mediocres (porque no están preparados) no enseñan y “remiendan” su fracaso regalando aprobados, o haciendo exámenes de rebajas, como en Campillos hacía alguno que yo me sé. Y eso, además de engañar a los padres y a los alumnos, es delito, es un fraude. A esos muchachos les espera una sociedad muy competitiva donde los que se queden atrás serán comidos por los lobos.
El profesor, lo primero de todo, tiene que estar preparado, saber y dominar la materia que explica. Ha de establecer un nivel alto de exigencia en cuanto a conocimientos; con sólo esto, más la seguridad de que lo que pretendes no es más que el éxito de tus alumnos el día de mañana, esto te reviste de autoridad (no potestas), autoridad y encanto: Si fracasan los alumnos, el fracaso es del profesor. Y, si los alumnos triunfan, se debe a ambos: alumnos y profesor. Y dejémonos de chorraditas, tales como: “Yo me llamo Pepito, me podéis tutear”. Así no se gana a los alumnos. Acabarán echándote la mano sobre los hombros y chiflándote por cualquier cosa. Por supuesto, no hay por qué entabicar la clase, pero cada uno en su puesto. Sólo esto, y ya es bastante: El profesor “educa” no con peroratas de púlpito o sacristía; educa con su ejemplo, con su recia y, a la vez, serena presencia.
QUINTO:
Hay después otros aspectos que muy bien se podrían insertar en Educación para la Ciudadanía y que se cumplen desde todas las asignaturas cuando un centro funciona como debiera.
Hay un muro que separa, los estudios, de la vida. Mientras la vida va a velocidades vertiginosas, las leyes de Educación cabalgan en mula. Y así, enseñamos muchas cosas inútiles, no enseñamos para el mañana, para el futuro. Tampoco se incentiva el pensamiento originario, creativo y crítico, con lo cual estamos premiando una inteligencia convergente, cuando se debiera fomentar la inteligencia divergente, que es la creativa, muy importante para una sociedad que apunta a un I+D+i.
SEXTO:
Déjense de experimentos vacíos y de chorradas los políticos. Deriven más presupuesto para la Enseñanza. Fuera ministerios para la Igualdad y otras entelequias narcisistas. Dignifiquen el cuerpo de los Enseñantes. ESTABLEZCAN NIVELES DE EXIGENCIA. En desfachatez, incumplimientos, desorden y falta de respeto... tolerancia cero. Nada de alumnos, mayores de 15 años en Bachillerato, por imperativo legal. Constrúyanse buenos centros de Formación Profesional con generosidad y sinceridad. Todavía recuerdo a aquel ministro Javier Solana en Educación. Decía maravillas sobre la FP y se nos momificó en palabras, sólo palabras; no me refiero a que a sus hijos los enviara a estudiar otra cosa, es que no dio un duro para que los alumnos de FP pudieran hacer prácticas en las empresas.
Educación para la Ciudadanía... sí, siempre y en cada momento, desde todos los ámbitos de la sociedad, mas nunca como asignatura al modo de aquella Formación para el Espíritu Nacional que daban los falangistas de pitiminí. Opcional y libre. Tal vez encuadrada sobre las alas del Azar y la Necesidad.
Y sálvese quien pueda.
César R. Docampo
http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2008/11/10/avalancha-objeciones-conciencia-94-/ 2008-11-10T23:33:02Z César latabernadelosmares@yahoo.es

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