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En el periódico El País, de ayer martes, Pablo Ordaz afirmaba que el Presidente Zapatero se había preparado teniendo como referente los viejos debates de campañas en EEUU. Concretamente aquel entre Kennedy y Nixon en 1960. Escribe Pablo Ordaz:
“…el principal error de Richard Nixon fue afeitarse por la mañana. A la hora del debate, el maquillaje no fue capaz de taparle la barba y los norteamericanos que siguieron el duelo por televisión estimaron que Nixon no tenía el aspecto de alguien a quien comprar con tranquilidad un coche usado. Fue el 26 de septiembre de 1960, y aquel debate -el primero de la historia retransmitido por televisión- fue ganado por John F. Kennedy, un tipo muy bien afeitado. A noche, salvando las distancias, pasó en Madrid algo parecido…”.
Es cierto; pasó algo parecido. Pero no en la forma que lo cuenta Pablo Ordaz. Ha sido al revés. Veamos:
En las Escuelas de Periodismo y Televisión, siempre se nos hablaba sobre aquel debate Nixon-Kennedy. Que por cierto, no fue un debate, fueron cuatro:
EL PRIMERO, el 26-IX-1960, centrado en cuestiones internas. El SEGUNDO, el 7-X-1960. Sobre diversos problemas de EEUU en islas frente a China.
El TERCERO, el 13-X-1960, tema EEUU y la política con China.
Y el CUARTO debate, el día 21-X-1960, sobre las relaciones con Cuba.
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El primer Debate (26-IX-60), entre el joven senador de Massachusestts John F. Kennedy y el vicepresidente Richard Nixon, fue seguido por radio y por televisión. Los que escucharon el programa por radio dieron a Nixon como ganador. En cambio, los 70 millones de televidentes vieron en Nixon a un candidato enfermizo, sin el carisma y vitalidad de Kennedy. Para nada influyó el que Nixon se hubiese afeitado (Sí/No) por la mañana. Nada de eso. La realidad de los hechos es que Nixon, en Agosto, se había lesionado muy gravemente una rodilla; había estado dos semanas hospitalizado; había perdido 10 kilos de peso; y su rostro estaba muy pálido. El maquillaje que le administraron dejó un rostro, tan cargado de cremas y polvos, que con el “orticón” de las cámaras, aquel rostro de Nixon de por sí tan adusto resultó muy dramático; sin la limpieza y claridad del guapo y joven Kennedy. Los 70 millones de televidentes, al acabar el programa, preferían votar a Kennedy. Pero ello no fue definitivo. A pesar de todo, Kennedy ganó por muy pocos votos. Y su triunfo se debió más a lo que dijo que a su fotogenia. Aconteció esto en la CUARTA contienda-TV ( 21-X-1960) sobre la política a seguir frente a Cuba.
En un momento de las últimas réplicas y contrarréplicas, el entrevistador le hizo a los dos la misma pregunta: “En el caso de que, siendo presidentes, se vieran en la situación obligada de traicionar a la nación o traicionar a su conciencia, ¿qué harían ustedes?”.
Nixón se perdió en un tobogán de frases, mucho mover los brazos y palabras, palabras y más palabras. A continuación habló Kennedy. Fue muy directo y claro. Sin más ambages, contestó: “Si me encontrase en esa situación… o traicionar a mi patria o traicionar a mi conciencia, renunciaría al cargo”.
Así, con estas palabras, fue como Kennedy se adueñó de muchas conciencias, y alcanzó la Presidencia.
Algo así he observado yo a noche: Nuestro Presidente José Luis Rodríguez Zapatero se asemejó a Nixon; Rajoy, a Kennedy.
El Sr. Zapatero, después de lo que ha hecho durante estos cuatro años, sin tocar suelo, sin acertar a comunicarnos qué es lo que quiere de España, no parando de gritar que España no se rompe, que está más unida que nunca, que es alegría, y que no quiere más que la paz para España, a costa de lo que sea y como sea… Así, así, en mítines muy altisonantes, sólo acusando a los demás, siempre con esa manía fija y paranoica de ir contra la derecha, pero siendo él incapaz de saber poner en su sitio a los enemigos de España; teatralizando que ha traído las tropas de Irak, pero no nos cuenta cómo por detrás fue Bono a EEUU a entregarles el cuartel de Retamares a la OTAN y a la CIA (de esto no nos hablaron); negando en las Cortes que se las entendía y seguía negociando con la ETA, arrodillado ante unos señores que a los del PSOE les llamaban “gorrinos”; mirando a las víctimas de los terroristas con las cejas fruncidas, como las tenía a noche, que en eso la cámara-TV es cruel; mintiendo a cada dos por tres; viajando en avión particular a veranear en mansiones reales, mientras a los cocineros y empleados de servicio los transportaba en aviones de carga; de tal manera que, más de un analista, más de un socialista (no me refiero ni a Rosa Díez ni a Redondo Terreros), llegaron a describirle con psicología de Nerón, Calígula o Herodes. Así se ha escrito, querido Presidente, porque, siendo asistido usted por un inmenso elenco de asesores (cerca de 700, entre ellos algún premio Nobel como Amayrta Sen o un tal Joseph Stigliz), usted no ha hecho otra cosa que vender humo, perdiendo credibilidad, y desapaciguando a España por los cuatro costados.
De ahí que el señor Rajoy, ayer por la noche, dijo no saber a qué Presidente debía adherirse, si al que paseaba a de Juana Chaos por San Sebastián o al que lo encerraba en la cárcel porque le convenía electoralmente.
Qué pena que al presentador, señor Manuel Campo Vidal, no se le ocurriera, para cerrar el encuentro, la siguiente idea o pregunta, ésta:
“En dos minutos, díganle a los telespectadores qué es para ustedes ESPAÑA. Y qué harían en el caso hipotético de que, actuando traicionaran a ESPAÑA y a los españoles; y no actuando, traicionasen a su conciencia.
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