"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

martes, 16 de septiembre de 2014

TELEVISIÓN Y PUBLICIDAD


TELEVISIÓN Y PUBLICIDAD. Yo creo que estamos engañados: En televisión no hay cuñas publicitarias. Todo es publicidad. La publicidad es la poesía del mundo moderno. Y, como dice Herbert Marcuse, los valores de la publicidad crean una manera de vivir. La publicidad-TV es una fuerza omnipresente que programa la vida de los telespectadores, los orienta y los dirige narcotizándolos. Es un atraco psicológico. Duverger le llama “alienación con anestesia”. La publicidad, desde su escondite, sorprende y asaetea al inconsciente. Arremete siempre impactando allí donde se acumulan la memoria y los deseos; allí donde se estructuran los automatismos, los hábitos e instintos. La psicología publicitaria sabe que nuestra actividad subconsciente no sólo es automática, guiada por el principio del placer, sino que además está divorciada de las decisiones racionales. Mientras la lógica y el pensar duermen en el templo de Artemisa, las gentes buscamos saciarnos como las bestias (a veces peor que las bestias) convirtiendo lo superfluo en necesidad, proclives a nuestras más inmediatas comodidades. Ésta es la corriente en la que nada la publicidad porque, como afirmaba Marcuse, las gentes se valoran y se reconocen en sus posesiones o mercancías; encuentran su alma no sólo en su cuenta corriente, sino también en su automóvil, en el chalet, en los muebles de su cocina o en sus aparatos de alta fidelidad. De ahí que… La televisión publicitaria apela a todo. No bastan los estudios de motivación, ni el milimetrado ajuste de la imagen, ni el añadido potenciador de una voz exacta. Se refuerza la zona del recuerdo; la fijación en la memoria se consigue mediante una frase, una palabra o un símbolo. Todo lo que pueda decirse simbólicamente y no lógicamente, mejor que mejor. La publicidad en TV utiliza un lenguaje totalitario, una sintaxis muy dinámica, incurriendo en alardes y jactancias. Es a veces tan agresiva, que sólo le falta agarrar por las solapas a aquellos de quienes desea hacerse oír. El método básico de la publicidad TV consiste en la exageración. Mal está que una pasta dentífrica carezca de las cualidades consignadas en su campaña publicitaria, o que debamos derramar el tubo entero sobre el cepillo de dientes, o que los botes de Cola-Cao rebosen con exageración cuando, en el supermercado, vienen por la mitad. Televisión nunca será la responsable. Pero, ¿qué decir de la televisión convertida en jardín de infancia? Niños y niñas desfilando por la pantalla con la intención de despertar una correlación subconsciente entre el candor infantil y la pureza de lo anunciado? Existen, sin embargo, otros tipos de inmoralidades en el campo publicitario mucho más perniciosas. Por ejemplo el totalitarismo del Poder político. Esa publicidad que determina la venta de valores sociales programados, como si fueran efectivos. La carencia no impide que se hable de esos valores -los que sean- como si existieran y que, en un contexto global, nos lleva a considerarlos como realidades objetivas. Decir que el Poder, desde la televisión, falsifica y mixtifica los valores, es insuficiente. Hay que entender más: Que tal falsificación se institucionaliza. Lo vemos normal. Pero es un fraude miserable. Desde el útero electrónico y paradisíaco de la televisión, el Poder ejerce un colonialismo ideológico impresionante, comerciando monopolísticamente bajo la justificación de ser un servicio público. Y, de este modo, cualquier televisión será siempre PUBLICIDAD en coexistencia idílica con el Poder, el dinero y la riqueza. La persuasión oculta que se esconde en la publicidad política (formato-TV) es el peor de los males publicitarios. Porque siempre la libertad, como modo de pensamiento, debiera preceder a la libertad como modo de vida. Así pues… Les invito: A rechazar siempre esas “ideas enferetradas” (sobre las que tanto hablaba don Adolfo Muñoz Alonso)…, y vivir algo más que la DEMOCRACIA del deseo. César R. Docampo http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2010/07/02/television-y-publicidad-/ 2010-07-02T19:07:51Z César latabernadelosmares@yahoo.es

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