"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 21 de septiembre de 2014

PONCIO PILATOS NUNCA ESCUCHÓ LA RESPUESTA.


Y PONCIO PILATOS NUNCA ESCUCHÓ LA RESPUESTA. LA VERDAD: ¿QUÉ ES ESO? ================== “... El avión para Nueva York saldría dentro de unos minutos. Viajaban junto a Barnard su primo Martinus Botha y su hermano Marius. Lowkie y sus hijos se han desplazado hasta el aeropuerto D. F. Malan de Ciudad del Cabo a decirles adios, adios, adios... Los señores viajeros con destino New York fueron requeridos por los altavoces para que se dirigiesen a la puerta de embarque núm. 6. Las luces exteriores del aeropuerto iluminaban hasta el límite radial de las pistas donde les esperaba un jet de la compañía KLM semejante a la estampa del pájaro colibrí. Han adosado la escalerilla y los viajeros, después de sellados sus billetes, iban caminando en fila llevando alguna revista, un periódico y un bulto de mano. Dos lágrimas resbalaban por las mejillas de Lowkie cayendo en las solapas de su abrijo rojo, mientras el avión se dirigía mayestático a la pista de despegue. Aquellas dos lágrimas las causaba Chrís, y Lowkie se decía: “Todo es tuyo, Chrís. ¡Adiós, amor! ¡Adiós, mi vida!”. El jet se paró. Giró en redondo. Y se detuvo. Puso a prueba los motores con toda su furia. Y cuando le dieron la orden para despegar, se lanzó a la carrera zumbando, alzando el vuelo en busca de las nubes, rugiendo, convirtiéndose en un extenso trueno cada vez más lejano. Christiaan N. Barnard, acostumbrado como estaba a subirse a los aviones, era ése el momento que siempre le recordaba...: cuando el corazón de Denise Darvall, colocado ya en el saco pericárdico de Washkansky, se estremecía, fibrilaba..., entonces él le aplicaba una descarga eléctrica y aquel “shock” sacudía la víscera cardíaca recién bruñida. Y él mismo, ahora (despegando como estaba hacia los altos cielos) se estaba viendo en el quirófano con la mascarilla y los dos electrodos en las manos, exclamando: ¡Jesus, dit gaan weerk! (¡Jesús, pero si está en marcha!) y los dos a una, el nuevo corazón de Washkansky y Barnard bajo el cinturón de seguridad, alzaban un vuelo anacrónico cada cual sobre el paisaje que más llevaba por dentro. Aquel pájaro colibrí de la KLM ascendiendo hacia los nueve mil metros de altitud, aplastaba contra el suelo los edificios y las enormes montañas de una Ciudad del Cabo que se iba quedando atrás. Marius y Martinus Botha enseguida iniciaban una conversación científica sobre la constancia del ph en los líquidos extracelulares. Los dos estaban de acuerdo en que la célula tubular renal era otro aparato de evacuación de iones H. Se perdieron luego por los vericuetos (tal vez futuribles) de la tecnología biológica, apuntando hacia nuevos tratamientos para enfermedades entonces incurables. Hablaron sobre futuras investigaciones de células troncales, protocolos de investigación, terapias celulares para reparar tejidos, etc. Marius Barnard sostenía la posibilidad de producir células “a medida” de cada paciente. Martinus Botha, estando de acuerdo, optaba por ser cauto. Decía: “Escúchame, Marius: Supongamos que ya sabemos cómo obtener esas células madre a medida de cada paciente, fenomenal herramienta terapéutica. Estoy de acuerdo. Pero, permíteme una observación. ¿Serán seguras esas células? Supuesto su enorme potencial de proliferación, ¿cómo sabemos que no van a dar origen a un tumor? Marius, escúchame bien: La Naturaleza es muy terca. Dios perdona siempre. Los hombres, de vez en cuando. La Naturaleza, nunca. . . . Christiaan Barnard los observa por segunda y tercera vez, discutiendo, hasta que sus voces se alejaban y desaparecían. A partir de este momento siente que aquel pájaro colibrí de la KLM, debido a una simple maniobra en los alerones, asciende más, mucho más. Sube, sube. La presión se iba reduciendo y fue sustituído el nitrógeno por helio. Barnard observó a través de las ventanillas que el pájaro colibrí se transformaba en un cuerpo ovoide. Ya no volaba en línea recta. Planeaba trazando curvas, siguiendo un ritmo vivo y alegre como si bailase un “scherzo” de Brahms o de Chopin sobre las cimas del universo. Estando todo el jet en ese trance, se levanta un pasajero y viene hacia él. Barnard al momento reconoce al esbelto anciano de ojos claros. BARNARD.- Ezequiel, ¿qué hace usted por aquí? EZEQUIEL.- Lo mismo que usted: Me voy. BARNARD .- No se vaya. Se lo ruego. No me deje solo. Ya somos amigos y le necesito. EZEQUIEL.- Permítame, Dr Barnard, el siguiente refrán: “Un animal se deja capturar sólo cuando sabe que algún hombre le necesita”. BARNARD.- ¿Se refiere usted a esa infausta mañana en la que murió Evelyn Jacobs donando su corazón a Petrus Smith? EZEQUIEL.- Hubo una época en la que una simple columna podía convertirse en figura de mujer. BARNARD.- ¡Las cariátides! EZEQUIEL.- En efecto; las del Erecteon, en Atenas. Pero no es ahora ése mi discurso. Y lo siento por usted, doctor Barnard. Escúcheme bien. Suele decirse que cuando la VERDAD es dura o es infame ante el pueblo, el Alcalde se va por otro lado. BARNARD.- No le comprendo bien. Ha nombrado usted a las cariátides. Las cariátides fingen, esconden la verdad de la Realidad. ¿Es acaso la VERDAD un complot? EZEQUIEL .- Profesor Barnard, esta nuestra Tierra con su deslumbrante cabellera y su bella voz, es un amasijo de trampas. Por ejemplo la “energía” en Hitler y la “energía” en la madre Teresa de Calcuta son una y la misma ENERGÍA. BARNARD.- Creo recordar que cuando realizaba mis estudios de bachillerato, estudiando Historia de la Filosofía, nos explicaban a Heráclito. Nos decían que decía Heráclito: Nada permanece, todo cambia. No puedo bañarme dos veces en el mismo río. El camino que sube y el camino que baja son uno y el mismo camino. EZEQUIEL.- No sabe cuánto le agradezco esas palabras de Heráclito que usted ha tenido a bien recordar en voz alta. Porque yo pienso y creo que la Realidad es dialéctica, y ello quiere decir que tiene en sí el poder de transmutarse en su contraria. Acaba usted de abrir una puerta invitándome a nuestra despedida. Lo haré no sin antes decirle lo que creo que debo decirle. Escúcheme bien: Tiene usted su mujer (Lowkie) y dos hijos (Deirdre y Andrés). Evelyn Jacobs acabó con usted. Le ha hecho pasar amargos apuros. Pierde el Nóbel de medicina, la condecoración "Woltenmade" y su profesión de cirujano por culpa de la artritis. Y, a partir de entonces, comenzará a producirse un desorden en la disposición natural de las cosas. Se rodeará de bellas actrices, ha de casarse otras dos veces más, será padre de seis hijos y un 3 de Septiembre del 2.001, allá en un balneario de la isla de Chipre, tumbado al sol sobre una hamaca al pie de una piscina, sufrirá un severo ataque de asma. La autopsia confirmará que eso ha sido la causa de su fallecimiento. Y usted habrá dejado todos los líos de una Tierra complicada y peligrosa para adentrarse en la VERDAD. BARNARD. - ¿En la Verdad? ¿Para qué sirve la Verdad? EZEQUIEL.- Lo expresa muy bien el mito de Acteón: La VERDAD devora a los hombres. BARNARD.- Ahora dígame: ¿Qué es eso a lo que llamamos Vedad? EZEQUIEL.- Una vez se encontraron dos personas, Jesús y Pilatos. Habló Jesús y le dijo: “Yo he venido al mundo para dar testimonio de la Verdad”. Habló Poncio Pilatos y dijo: “¿La Verdad? ¿Eso qué es?”. Y Pilatos nunca escuchó la respuesta. . . . César R. Docampo http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2011/03/05/y-poncio-pilatos-nunca-escucho-respuesta-/ 2011-03-05T00:13:50Z César latabernadelosmares@yahoo.es

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