"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

martes, 16 de septiembre de 2014

NADIE, MEJOR QUE EL CINE, HA SABIDO HABLAR SOBRE EL AMOR.


NADIE, MEJOR QUE EL CINE, HA SABIDO HABLAR SOBRE EL AMOR.
…CON SUS DELEITES Y MALQUERENCIAS. ============================ Cuando Michelangelo Antonioni dirigió “Cronaca di un amore”, en el haber del Neorrealismo italiano quedaban atrás películas como “La crónica de los pobres amantes” de Pratolini, y “Amore in città”. “Amore in città” fue dirigida por Massellini, pero el verdadero demiurgo creador del film es su guionista Cesare Zavattini. Zavattini, desde ahí, supo conducir al Neorrealismo Italiano hasta el colmo. Y, desde el colmo, supo desadormecer el “Cine-Verdad”. ¿Y esto cómo? Proponiéndoles a cinco nuevos realizadores agrupados junto a Lattuada (Antonioni, Lizzani, Massellini, Dino Risi y Fellini) para que, sin escenografía ni actores, construyesen hechos auténticos: -Dino Risi mostró con muchísima agudeza los pequeños detalles de un drama y una comedia mostrados mediante un baile popular. -Lizzani describió la vida de una prostituta. -Fellini simuló los efectos de un anuncio matrimonial. -Massellini reconstruyó un hecho de actualidad sobre una mujer que acababa de abandonar a su hijo. -Antonioni fue mucho más atrevido, llevando el experimento a los últimos extremos después de solicitar a varias personas que reprodujeran su reciente suicidio frustrado. Así nació el “Cine-Verdad”. En Francia tuvo su reflejo en el “Cinemá- Vérité” con Edgar Morin, y antes había surgido en Rusia bajo el nombre de “Kino-Glass” (Cine-Ojo). El cine es un gran OJO que todo lo ve y nos lo cuenta desde la oscuridad de una sala. Nos lo cuenta todo, sin trapalear ni mentir; imponiendo, segregando imperativos y normas, cogiéndonos por el pescuezo para dictarnos: Cómo hay que odiar y amar; cómo se acaricia, se delinque, se mata o se roba; se conquista o se miente; cómo peinarnos, vestirnos y hablar para soñar, conseguir y tener; cómo debemos besar, disfrutar, repeler, pelear y vencer; cómo hay que vivir y, si es preciso, morir. Antes de que naciera TV, casi todo lo aprendíamos en el cine. Antes y más allá de una VOZ como Frank Sinatra (“My Way”, “Strangers in the Night”), antes y más allá de aquel genial Nino Bravo, de quien mi mujer Ascensión (q.e.p.d.) se enamoraba de él con sólo oír… “Te quiero, Te quiero”, “Un beso y Una Flor”, “Noelia, Noelia, Noelia” …, antes y más allá de tantos y tantos genios con tantas cosas que decir, es el CINE con su fuerza y su tan extenso púlpito, la gran escuela del AMOR. … … … “Crónica de un Amor” fue dirigida por Michelangelo Antonioni para ofrecernos una de esas tantas historias sobre un “triángulo amoroso” (“ménage a trois”, le dicen, por la presencia de un “troisième”, de un tercero), acaecido entre la burguesía milanesa. Pero, donde realmente Antonioni se vuelca con su hermenéutica cineasta sobre el AMOR, fue en aquella tríada: “L’avventura”, “La notte” y “L’eclipse”. Tres retablos sobre el AMOR en pareja. “La Aventura” se llama así por tratarse de una busca por las islas eólicas de Lípari en Sicilia, donde una pareja encuentra algo misterioso, algo distinto a la otra paareja desaparecida. Toda la película mantiene un tono ardiente y helado, distante y cercano a la vez; dos formas de manifestarse las angustias de nuestros días. Y es en los últimos instantes de la película cuando se salva el AMOR, gracias al perdón. Cuando Claudia (Mónica Vitti), después de sorprender a su prometido acostado con una negra sobre un diván de un pasillo del hotel ; despues de observar cómo “su amor” se aparta de aquella otra hembra recompensándola con un billete de los grandes (en liras) que le deja entre sus piernas y ella recoge con la punta de sus pies; después de ver cómo su prometido se arrepiente y acaba llorando…, se le acerca y, colocando una mano en su cuello, le perdona. Para que renazca el AMOR. ¿Cuántes mujeres serían capaces de hacerlo así? “La Noche” nos conduce a la imposibilidad del AMOR, por culpa de la incomunicabilidad y separación de una pareja entre ricos y aburguesados milaneses, hastiados de no saber vivir. ... ... ... Con “El Eclipse”, Antonioni cierra el tríptico, ofreciéndonos la desilusión de una mujer (“Vittoria “ – Mónica Vitti) que, habiendo creído amar a un joven financiero y egoísta (“Piero” – Alain Delon), acabará sintiéndose muy sola en una ciudad tan asfixiante y desierta como Roma. El caso es que, al final de la película, nadie traiciona a nadie, porque los dos lo hacen a la vez (tanto ella como él), cuando ninguno de ellos acude a esa definitiva y última cita. Será la última secuencia de “El Eclipse”. Magistral. Un cante o tal vez la voz de un desacompañamiento y su gravamen: La soledad. En la secuencia anterior (la penúltima del largometraje), la cámara nos ofrecía el último encuentro entre los dos: Vittoria (Mónica Vitti) y Piero (Alain Delon). En ella presenciamos cómo Piero acompaña a Vittoria hasta las afueras de Roma, donde ella ha de coger el autobús para regresar a casa. Esperando la llegada del autobús, cogidos de la mano, hablan, se acarician, se prometen..., Piero le promete que, al día siguiente, vendrá hasta ese mismo lugar a recogerla y abrazarla al bajar del autobús. Promesa que, de alguna manera, fortificaría su mutuo amor. Promesa que ambos subrayan con su firma. ¿Qué firma? ¿Dónde está esa firma? Por que el cine es lenguaje en imágenes, la firma es..., ésta: Junto a ellos hay un bidón lleno de agua. Piero saca una hoja de papel y, con los dedos, hace un barco (no, no es una lancha, no es una canoa, ni mucho menos una barcaza); es un barquito chiquitín, como si de un hijo de ambos se tratara. Y, entre los dos, a ese barquito chiquitín, lo ponen a navegar sobre el agua del bidón, nadando porque es promesa y paradigma de un mutuo AMOR. La secuencia siguiente es la última, es el final que no cierra sino que abre “El Eclipse”. Así fue y así se nos cuenta: Al día siguiente, la cámara acude al mismo lugar, a decirnos lo que ve y levantar acta..., a la cita, desde un AMOR no acudió ninguno de los dos. Todos los espectadores, como si fuéramos el objetivo de la cámara, vamos avanzando por la acera; nos detenemos, cruzamos el paso de cebra y nos situamos donde el autobús en el que ha de llegar Vittoria tiene la parada. Estamos solos. Piero no no se encuentra allí. Somos nosotros, los espectadores, quienes esperamos a Vittoria. Y cuando llega el autobús a su hora exacta y se abren las puertas, bajan dos o tres personas, ninguna es Vittoria. ¿Qué pasó? Eso ya no importa en el relato. Los dos han incumplido lo que se habían prometido. No es traición ni es DESAMOR. Es un dejar constancia de que los hombres casi siempre somos ruines, exiguos o escasos. A veces, ni siquiera salvamos la usanza o las formas los días de San Valentín. ¡Somos unos mierdas! “El eclipse” cierra con un plano circular sobre aquel bidón lleno de agua. Aquel barquito chiquitín había naufragado. Lo vemos en el fondo del agua, ¡achatarrao! Marchito, inanimado, extinto y muerto. En eso acabó una historia de AMOR. … … … Esta secuencia final, que Antonioni había filmado como si fuera cine mudo, sin música de fondo ni voz en off alguna, para que las imágenes impactasen con toda su fuerza en el alma del espectador, esta secuencia final -digo- la lisiaron, la descarajaron, la cachifollaron en España. Desnaturalizándola. Aquella voz en “off” le robaba a las imágenes su propia resonancia, tan callada y poderosa. Michelangelo Antonioni se cabreó, llegando a entablar un pleito con la distribuidora española. Por aquel entonces, las decisiones sobre censura y demás remiendos, se ordenaban desde el edificio que hoy ocupa el Ministerio de Defensa. Michelangelo Antonioni, además de cineasta, era pintor y escritor. Dirigió películas hasta la edad de 91 años. Murió con 94, un 30 de Julio de 2007, el mismo día que Ingmar Bergman, el otro gran cineasta del siglo XX. Antonioni, en su vida, tuvo dos parejas: Letizia Balboni y Enrica Fico. Queda claro: Creía en el AMOR. … … … Desde esta ciudad de Jerez, no tan fría como por ahí, a todos los enamorados dentro de la patria España, feliz San Valentín. Os deseo que paséis una feliz jornada. César R. Docampo
http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2010/02/14/nadie-mejor-cine-ha-sabido-hablar-sobre/ 2010-02-14T12:49:27Z
César latabernadelosmares@yahoo.es

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