"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 14 de septiembre de 2014

LOS CIELOS ISLÁMICOS Y LAS HURÍES (17) Allá por el año 786 d.C., el Beato de Liébana escribió un comentario al Apocalipsis, que sirvió de inspiración tanto en España como en Francia para aquellos iluminadores de manuscritos que albergaron ideas sobre el Apocalipsis y la venida de la Nueva Jerusalén o Jerusalén Celestial sobre la que escribió un monje de San Miguel de Escalada en el siglo X. El monasterio de San Miguel de Escalada fue repoblado en esa época por monjes que habían huido desde Córdoba durante el reinado de Alfonso III. Y así se manifiesta la influencia del arte islámico en las iluminaciones del manuscrito, en los motivos geométricos, los arcos y las almenas escalonadas. Los musulmanes que conquistaron España habían traído consigo la idea de un Cielo centrado en el disfrute humano, no en la alabanza eterna. El Cielo del Corán (libro sagrado de los musulmanes) está reservado a los justos que creen en Dios. La felicidad eterna no tiene lugar inmediatamente después de la muerte (excepto en el caso de los mártires, que van directamente al Cielo), sino al final de los tiempos, momento en el que los justos irán a vivir a un paraíso cuya frescura contrasta vivamente con el infierno ardiente y sofocante al que van destinados los malvados. El Cielo del Corán es un jardín (“janna”) de clima moderado donde los árboles proporcionan agradable sombra, los ríos agua, leche, miel y vino; un vino delicioso del que se puede beber sin parar, sin sentir sopor ni embriaguez. Los fieles son felices en este jardín, que les transmite tranquilidad y seguridad. Los varones disfrutan de la compañía de las huríes, hermosas vírgenes creadas específicamente para los habitantes masculinos del paraíso. Aunque el Corán no hace referencia a las prácticas sexuales, tradiciones posteriores confirman que la vida sexual de los hombres con las huríes será incluso más activa que la que tuvieron con las mujeres de la tierra. Las huríes podrán tener descendencia si así lo desea el hombre. Las mujeres virtuosas (“mu’minat”) tendrán un solo marido, aunque no está claro con cuál de ellos se reunirán en el caso de que hayan tenido varios en la tierra. Aunque se supone que la mujer vivirá en el paraíso, en ningún momento se describe su clase de vida. El Cielo antropocéntrico del Corán no es más que una parte del concepto islámico tradicional de la vida eterna. Podemos alcanzar una mejor comprensión de lo que le sucede al alma de los justos tras la resurrección con la ayuda que nos proporciona el testimonio de la ascensión del profeta Mahoma desde Jerusalén hasta el trono de Dios (“Mirach”), reseñada en el Corán. Esta narración de los viajes de Mahoma al más allá se encuentra recogida en el “hadiz”: los dichos del profeta. Según esta tradición, en su ascensión hacia el trono de dios, Mahoma llegó a un jardín, en el que se reunió con sus amigos los profetas Abraham, Moisés y Jesús. Su viaje terminaría finalmente con la experiencia del trono de Dios, donde pudo contemplar setenta filas de ángeles que cantaban interminables himnos de alabanza. El lugar estaba bañado en mar de luz cuyo divino resplandor atemorizó inicialmente a Mahoma. Una vez superado el miedo, sin embargo, el sentido de la penetración espiritual inundó al profeta. Existe una leyenda en la que Mahoma describe así su experiencia: “Mas así que dirigí mis miradas al Trono, advertí que todas cuantas cosas había yo visto se empequeñecían en mi espíritu, perdían su valor y se rebajaban al compararlas con el Trono. Los siete Cielos, las siete tierras, los siete pisos del infierno, los grados del paraíso, los varios velos, luces, mares y montañas que en las alturas celestiales existen, en una palabra, la creación entera, me pareció, comparada con el Trono del Misericordioso, algo así como una pequeña anilla de todas las que componen una cota de malla, perdida en medio de una inmensa tierra desierta cuyos límites no se conocen”. Según la interpretación del filósofo y místico español Abenarabi de Murcia, el viaje espiritual de Mahoma nos enseñaba que el Cielo era mucho más que un lugar destinado simplemente a satisfacer los deseos humanos. Aquellos que sólo podían percibir el Cielo como un lugar de refinamiento de los placeres terrenales tenían un grado de desarrollo espiritual inferior al de aquellos que participaban de los gloria divina. Según Abenarabi de Murcia, hay dos paraísos, uno sensible y otro ideal. En el primero gozan de felicidad los espíritus animales y las almas racionales; en el segundo, las almas racionales tan sólo, y este Paraíso ideal es el Cielo de las ciencias y de las intuiciones. Según el sacerdote y erudito español Miguel Asín Palacios (1871-1944), el Cielo geocéntrico del Islam influyó en la conformación de las ideas cristianas sobre el Cielo. Asín Palacios mantenía que los temas utilizados por Dante en la “Divina Comedia” estaban inspirados en creencias islámicas. NOTA: Texto extractado de la obra "Historia del Cielo", de Colleen McDannell y Bernhard Lang. http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2007/09/14/los-cielos-islamicos-y-huries-17-/ 2007-09-14T18:33:22Z

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