A DIEGO MORENO JORDÁN. IN MEMORIAM.
Si “Médico es aquel a quien Dios le envía pacientes”, exclamaba Paracelso, periodista es aquel que cubre una necesidad humana anunciada por Aristóteles al comienzo de su Metafísica: “Todos los hombres -dice Aristóteles- desean conocer por naturaleza”. Pero, algún día, tanto médicos como periodistas también se nos mueren dejando aquí abajo sus menesteres y disidencias.
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Cuando rompía el amanecer y se atesoraba la mañana de aquel miércoles 11 de Febrero del 2009, Diego Moreno Jordán supo que se le acercaba la muerte…, igual que lo había hecho con Ana Frank, Gide o Albert Camus. De manera inusitada.
Diego la vio venir desde su silencio; desde los sueños últimos de su realidad, no desde la realidad de un Sueño. En ésas, la muerte (siempre desprevenida) se hizo valerosa, contundente e irrevocable. E, inundándolo de éxtasis, le habló diciendo:
“El TODO es lo verdadero; cuando abraces ese Absoluto, dará comienzo tu nueva vida. ¡Para siempre!
Entonces Diego Moreno, recordando a Dámaso Alonso en “Hijos de la ira”, sin abrir los labios le contestó a la muerte recitando:
"Heme aquí, soy hombre, hijo de dios. Soy dulce niebla, centro cálido, pasajero bullir de un metal misterioso que irradia ternura.
Podrás herir la carne y aún retorcer mi alma como un lienzo. Mas no apagarás la brasa del gran amor que fulge dentro mi corazón, bestia maldita".
Y, al instante…, se abrazó con lo Absoluto más allá de los cañaverales.
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