"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 15 de septiembre de 2014

CONSIDERACIONES SOBRE UN "PREGÓN DE SEMANA SANTA" (72)
CONSIDERACIONES DE UN OYENTE EVENTUAL: Y así comienza Rafael Jordán su Oración (Cap. I): “Apenas era un niño, envuelto en terciopelo, que con la luz de su vela iba alumbrando la mañana… Hoy a ese niño lo han vestido de pregonero…”. ======================================= Mi querido Rafael Jordán: Hace muchos años, el hombre sólo hablaba con el mundo: sobre el origen del cosmos, la educación y la política. Siempre a la búsqueda de su adecuado lugar. Acariciando siempre la esperanza de un sueño, donde pudiera recostarse para ser feliz. Fruto de ese diálogo y de esa exploración por alcanzar la Felicidad, surgió en Occidente la necesidad de encontrar y poder hablar con un ser superior, un Dios-Personal, un Padre de todos nosotros, pues ya el Estoicismo había proclamado una fraternidad universal con el fin de abolir la esclavitud. Es ése el momento cuando surge la primera religión revelada que, a partir del Concilio de Nicea, ha de llamarse CRISTIANISMO, y cuyo punto más álgido -dicen- fue la Pasión, la Muerte y Resurrección de Jesús a la sombra de su Madre María. Ésta es la historia y una parte del contexto que dan sentido a la Semana Santa, donde tu sabiduría y autoridad, desarrollan un poderoso Pregón. En catorce estaciones, con clara referencia a las estaciones del Viacrucis, desde una Oración (Cap. I) hasta el Adiós (Cap. XIV). Cerrando tu discurso, como bien dices, al estilo Campillero. Es decir; yéndote por la rua de La Familia Pascual Duarte, hacia la Estación, oliendo a trigales y olivos. . . . Nunca en mi larga vida había entrado yo en una iglesia para oír y escuchar un pregón. De manera que, el pasado domingo, tuve el honor de ver y escucharte envuelto en curiosidad. Verás: Después de la presentación a cargo de Antonio Lebrón, cuando tú subiste hacia el atril, cuando comenzaste a recitar tu Oración, bellísimo pórtico, esparciendo recuerdos como si fuera una lluvia de pétalos, que eran imágenes, que eran tus llaves abriendo páginas sobre una historia para que el pueblo de Campillos fuese adquiriendo su lenguaje propio… Mientras el ademán de tus manos, el brillo de tu mirada y aquella expresión tan luminosa se iba labrando en tus labios, sin tú saberlo, hiciste aflorar en mí tantos y tantos recuerdos… Sobre aquellos mismos mármoles, en aquel mismo espacio físico donde estabas tú, ahí me había casado yo con una mujer de Campillos. Ahí habían sido bautizados nuestros hijos. Ahí mismo habían reposado los restos mortales de nuestro primer hijo, que se llamaba Leopoldo, antes de ser enterrado a la edad de cuatro años en el camposanto de este bendito pueblo, aquella mañana del 15 de Junio con mucho sol, hace de esto ya 36 años; de manera que Leopoldo (en cuanto a su cuerpo) ya es tierra de esta tierra. Comprenderás que escuchando tus palabras, me emocioné. Y estoy seguro de que en todos los allí presentes, igual que yo, de una u otra forma…, en el laboratorio de sus mentes, en la intimidad de sus conciencias, se irían aposentando tus palabras, porque estabas tú suscitando en ellos retazos de su propia vida, al embrujarse tus ideas con el laberinto de sus existencias. Dialogando, a la vez, ellos y yo, con nosotros mismos. . . . En la Edad Media, amigo Rafael Jordán, el hombre, después de hablar con el mundo, aprendió y se puso a hablar con Dios y sobre Dios. Nacieron así los autos sacramentales. El pueblo llano sabía teología. Hoy, en cambio, el hombre que lo sabe casi todo, no sabe hablar con Dios. Siendo así como el hombre, hoy, más que nunca, se encuentra en soledad. Le falta ese Tú trascendente. No tiene quien le escuche. El hombre habla a solas consigo mismo. Sí, siguen existiendo esas tres realidades (hombre, mundo, Dios). Las he visto como una síntesis de tu pregón. Arraigadas a todo lo ancho y a lo largo de este pueblo, Puebla de Campillos de incontable historia. En el pregón, retornando sobre ti mismo, sobre tu infancia, tu pueblo y tu familia (tu bohío chiquito y caliente, tu primera patria, tu primera escuela), sagrado mundo: vuestra madre dándoos de comer, como tú lo cuentas (divinamente), y tu padre Rafael Jordán quien en verano, cuando se acercaba la hora de comer, tú ibas a buscarlo a la terraza del Casino para que fuese a prepararos el gazpacho, con salero, con aquella gracia, con su mirada tan traviesa y lista, y aquella autonomía tan nítida que Dios le había regalado en su ámbito, licuada en las lindes de calle Guzmanes y sus aceras. Autonomía que tú heredas, y así, asomándote a los azules montes que embellecen los confines de Campillos, torneas y trabas tantos recuerdos: Sobre el mítico Colegio San José y don José Macías, ateneo y leyenda indiscutibles. Siempre es bonito encontrarse con personas agradecidas. Amigo Rafael: En tu pregón, cual si fuera un extenso pergamino, nos fuiste mostrando los secretos de tu Puebla, una historia desenredada, leída e interpretada en arpegios que habían sido amores y dolores, amores limpios y a veces contrariados, estrecheces obligadas, dificultades del día a día, gozos e ilusiones, penurias y también alegrías. En tu Pregón has tocado todos los registros, sin dejar pasar ninguna noche en vano. Has mencionado a personas muy queridas, personas del pueblo, como si esta vida fuera un viaje y tú te las fueras encontrando por el camino, en ese retornar a casa, a la casa de Dios donde -dicen- volverá a lucir el Sol. No sólo te encuentras con Cristos y Nazarenos, Cofradías y Hermandades, estancias de oro plata y hornacinas. Relatando y perquiriendo lo que muchos de los allí presentes ya sabían, pero que nunca se hubieran parado a considerar con esa fuerza tan vibrante, con la entereza misma que supieron fraguar tu prodigiosa memoria y tu corazón. Narraste el acontecer y los silencios. Silencio como el de aquellos “tambores de hojalata abollados por los patios de las casas”, dices. No sólo nos muestras el color de la tierra, la luz de los amaneceres, la beatitud del cementerio. Nos recuerdas a una santa mujer por nombre Brígida. Te fijas en Blas y Andrés, aderezando los tronos del Santo Entierro. Ves el mundo suspendido entre las manos de “El Niño Chiquito”. Te acuerdas de un costalero, Juan González Parejo (“Va por ti, Juanillo”), el “ciento uno”. Y de Manolo “el Soleta” (electricista del Ayuntamiento). Y de Antonio Llamas, un hombre que supo dar serenidad y vida a tantas cosas. No sólo como Hermano Mayor cuando las mañanas de Jesús, siguiendo el compás de las cornetas. . . . En tu pregón, bien estratificado, he visto letargos y holganzas por los rincones del pueblo; zambra gitana, embustes y travesuras, porque hiciste aflorar paisajes interiores en una especie de manierismo estético a la búsqueda de lo eterno, no porque haya sido, sino porque siempre es. En tu Pregón he visto soliloquios líricos una veces, otras épicos, siendo siempre un diálogo en compañía de tu verdad. Mientras tú hablabas, ¿te dabas cuenta?, era tu propio discurso adentrándose en la conciencia de los demás. Construyendo un puente hacia el ayer de la historia de tu pueblo. Desde tus antepasados y tu infancia, esparcías una especie de lluvia sobre todo lo humano: lo real, lo inconsciente y lo sagrado. He visto en tu frente y en tus labios y en tus manos, muchísimas llaves que abrían estancias, resucitaban tiempos, imágenes y personas pisando las calles y aceras de Campillos, llevándonos al Calvario, haciéndonos entrar en comercios y antiguas tiendas, lugares todos para un encuentro que ya se fue, pero que sigue presente en la santa memoria y en los sembrados del corazón. Tu pregón me hizo comprender que hoy día los hombres escuchamos de manera distinta que antes. Tú pregón, nos dijo en imágenes luminosas que en la actualidad todos buscamos un encuentro con nuestras historias de ayer pues, a pesar de que somos muchos, el individuo vive solo y necesita de verdades absolutas. Necesitamos el encuentro con la Verdad, y darle un sentido a esta vida, entre el ser y su existencia, antes de morir. ¿Recuerdas que momentos antes de tú iniciar el pregón, la campana de la Parroquia nuevamente tocaba a muerto? Ese tañido, cuando estaba dando comienzo todo el ceremonial, antes de tú iniciar el Pregón, me hizo recordar a Albert Camus y su obra “El Mito de Sísifo”, donde afirma que el hombre está sediento por conocer y comprender, pero choca con la opacidad del mundo, choca con la oscuridad y el fracaso constante de sus ambiciones, y a todo ello se le suma el escándalo de la muerte donde se despeñan todas sus esperanzas. Necesitamos pues, creo yo, un suelo firme, una nueva esperanza. El hombre necesita creer en Algo. Esta corta vida, a veces tacaña e irrespirable, necesita agarrarse al misterio de un Más Allá. Y tu pregón, querido Rafael, dejó en nosotros ese grano de trigo, que ha de morir en el silencio de la noche al calor de la tierra, para volver a nacer y ser espiga. Lo dices tú muy bien, para finalizar, cuando afirmas: “Esta es la tierra de mis padres, de mis antepasados, aquí están mis raíces… y es la tierra que quiero que me cubra cuando emprenda mi último viaje”. . . . Con todo el respeto y el cariño para vuestra madre, Juanita Gómez, la mujer más lista, más dulce y valiente bajo el sol que tú digas, te digo yo: Cualquier día ha de acercarse el Destino hasta la vera de tu madre. Ha de arrodillarse ante ella y besar sus manos. Eso es lo que me dicen (y yo lo he visto) la sinceridad y destreza de tu insólito Pregón. A ella le mando un abrazo. Otro para tus hermanos y toda la familia. A ti, mi enhorabuena. Porque, Hace muchos años, el hombre hablaba con el mundo: sobre el origen del cosmos y otros problemas, pero siempre acariciaba la esperanza de un sueño donde pudiera recostarse y ser feliz. Y termino con tus mismas palabras cuando, al despedirte, confiesas: “…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario”. . . . Gracias, Rafael, por ayudarnos a pensar. Con mi felicitación, recibe un abrazo. César R. Docampo

http://lacomunidad.elpais.com/latabernadelosmares/2008/03/13/consideraciones-sobre-pregon-semana-santa-72-/
2008-03-13T04:24:30Z
César latabernadelosmares@yahoo.es

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