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Pero un día cualquiera, un día en el que la distancia no pueda soportarla, un día en el que yo descubra que no pueda verte más. Mi corazón, ese día, se tornará frío, dolorosamente frío y se escapará a esos otros lares donde el desierto es infinito y las estrellas nunca aparecen en el cielo.
Ese día renunciaré para siempre a ser feliz, renunciaré a las mañanas lindas que al despertar me hablan de ti, de tus caricias, de tu ser soñador y de tu cuerpo encendido por la pasión tierna y queda.
Renunciaré a respirar y a vivir. Renunciaré a las noches calientes de mi carne joven cuando se encuentra con tu pensamiento y tu trascendencia.
Moriré de pena, de melancolía, en una agonía sin límites... "tendré que renunciar a ti".
Aún tengo la esperanza de volver a encontrarme contigo. Aún me quedan sueños y sobre todo ensueños, como tu me has dicho esta tarde, en la que te he sentido tan lejano y tan mío al mismo tiempo. Si tú no me buscas yo iré a tu encuentro; si tú no me necesitas yo romperé los silencios y destruiré tiempo.
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Te dije esta mañana que anoche recorrí todas las estrellas para encontrarme con tu corazón e intercambiarlo por el mío. Quisiera sentir tu corazón dentro de mi pecho y respirar al mismo tiempo que tú; ablandar las rocas de los mares con mis silencios y enamorar a las náyades junto a los lagos hermosos y divinos.
Quisiera ser tú para dejar de ser yo y no sufrir tu distancia y tu lejanía. Quisiera volver al principio de la vida y encontrarme con tus besos y tus caricias. Quisiera ser esa yerba húmeda y recién cortada para envolverte en mis senos y abrazar así tu olvido de poeta.
No sé por qué, pero quisiera embarcar mi vida junto a la tuya en un pequeño barco…, y..., no volver jamás.
... ... ...
Se trata de una historia de hace dos mil y pico de años, allá en las tierras de ATENEA.
César R. Docampo
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