LLORO POR LAS MUJERES QUE AMAN SIN SABER DECIRLO.
Por las muy gordas. Y también las flacuchas de culo respingón que se las lleva el viento. Ese Gurú de los infiernos apagados.
Lloro por esas mujeres "neque frígidas, neque cálidas". Por esas que no sabes si están subiendo o están bajando por la escalera, siempre a descompás, rechazando experimentos, rechazando insultos que reafirman su dolor en soledad. Sin nombre ni apellidos. Solamente papeles raídos y algún que otro historial médico.
Lloro, a destajo, por las que se creen feas sin serlo, y el certificado de salud en la mano, ignorando si son valencianas, de Cataluña o del país Vasco. Diga lo que diga la Ley mostaza o los peligros de Fallecimiento.
Lloro por aquellas Mujeres del Oeste o del Norte, porque nunca conocieron cómo ni de qué manera amanece el Sol que las calienta. Y aunque pidan, por escrito, un certificado de Salud, no hay facultativo que las atienda.
Lloro por todas las mujeres que desconocen Los Derechos de las Mujeres, ni saben rebatir reclamaciones. No conocen los riesgos asociados a su maternidad, ni los cuidados específicos o planes de acción sobre cuanto respecta a sus derechos en los partos, y su dolor en soledad por los caminos de su VIDA.
Lloro por esas mujeres a las que nunca les hablaron de la Unicef ni de la OMS, ni capacitarlas, en cuanto madres, y, así, saber protagonizar los primeros pasos del bebé.
Lloro por esas mujeres que siempre tienen que llorar a solas, porque su marido acostumbra a largarse pegando siempre un portazo. Y "ahí te quedas".
César R. Docampo. Periodista y catedrático de Filosofía.
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