¿QUÉ SOMOS NOSOTROS? ¿QUIÉN SOY YO?
César R. DOCAMPO.
Nuestro tiempo, como observaba Husserl, ha conocido el
derrumbamiento de los grandes sistemas tradicionales, de las grandes
"visiones del Mundo", tanto de inspiración religiosa como
filosófica. Nuestro Mundo se ha percatado también de que aplicar la
Razón a las Ciencias quizás no bastaba para resolver todos los
problemas, y que, en el caso de resolver algunos, dejaba intacto el
Problema de la VIDA, en cuanto se trataba de una vida a la que el
hombre no puede acceder sin descubrir y asumir antes su sentido. Y ha
podido comprobar asimismo el lugar central que ocupaba, en la
pregunta fundamental de la Fenomenología, esa CUESTIÓN DEL SENTIDO,
que no es únicamente una preocupación de los intelectuales, sino
que define, por el contrario, la esencia del hombre y de la Historia
Humana, no habiendo dejado nunca el hombre de buscar su identidad, de
llenar y salvar la fisura que le separa de sí mismo, por su doble
capacidad de conocimiento y de acción.
Por lo demás, si es cierto que el pensamiento moderno se define
desde Descartes como filosofía de la Conciencia y exégesis de esa
misma conciencia, resulta innegable que depende, bajo una forma más
elaborada, de la pregunta: "¿Qué somos nosotros?", o
"Quién soy yo?", que presupone el "conócete a ti
mismo" de la inscripción de Delfos.
Desde los tiempos de Descartes, toda la filosofía de los tiempos
modernos es esencialmente una filosofía de la conciencia humana, a
saber, del hombre como ser pensante y cierto de sí mismo. Al término
de esta evolución, podía Hegel describir la Historia como la
Historia de las transformaciones de la conciencia, y de las
experiencias que la conciencia hace sobre sí misma. Y, tras él,
podía Karl Marx, a su vez, considerar la toma de conciencia
sociohistórica y su análisis crítico como presupuesto de la
transformación revolucionaria.
La Conciencia constituye pues el tema central de la meditación
filosófica moderna, y para nosotros es de suyo evidente que todo
cambio importante de la historia humana, toda evolución y toda
decadencia de las civilizaciones, está en conexión con un cambio en
la toma de conciencia del hombre.
Por lo cual, el proyecto fenomenológico no es sólo "la
nostalgia secreta de toda la Filosofía moderna", sino también
la reactivación de lo esencial del pensamiento, desde sus orígenes,
es decir, desde que el hombre se ha descubierto a sí mismo, en
palabras de Heidegger, como preocupación o como "cuidado".
Pero, en nuestro tiempo, una tal reflexión sobre sí, o "exégesis
de sí", debiera abarcar todo lo que el hombre ha producido, y
la manera con que él mismo se ha producido, en cuanto ser histórico
y práctico.
La cuestión, entonces, estriba en saber si sus obras lo definen,
si sus obras resultan demasiado grandes para su pensamiento, o si
éste debe ser sacrificado a la sola dimensión práctica y técnica
en donde el éxito puede asegurarse científicamente.
César R. DOCAMPO.
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