"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 10 de abril de 2017

¿QUÉ SOMOS NOSOTROS? ¿QUIÉN SOY YO?

¿QUÉ SOMOS NOSOTROS? ¿QUIÉN SOY YO?


Nuestro tiempo, como observaba Husserl, ha conocido el derrumbamiento de los grandes sistemas tradicionales, de las grandes "visiones del Mundo", tanto de inspiración religiosa como filosófica. Nuestro Mundo se ha percatado también de que aplicar la Razón a las Ciencias quizás no bastaba para resolver todos los problemas, y que, en el caso de resolver algunos, dejaba intacto el Problema de la VIDA, en cuanto se trataba de una vida a la que el hombre no puede acceder sin descubrir y asumir antes su sentido. Y ha podido comprobar asimismo el lugar central que ocupaba, en la pregunta fundamental de la Fenomenología, esa CUESTIÓN DEL SENTIDO, que no es únicamente una preocupación de los intelectuales, sino que define, por el contrario, la esencia del hombre y de la Historia Humana, no habiendo dejado nunca el hombre de buscar su identidad, de llenar y salvar la fisura que le separa de sí mismo, por su doble capacidad de conocimiento y de acción.
Por lo demás, si es cierto que el pensamiento moderno se define desde Descartes como filosofía de la Conciencia y exégesis de esa misma conciencia, resulta innegable que depende, bajo una forma más elaborada, de la pregunta: "¿Qué somos nosotros?", o "Quién soy yo?", que presupone el "conócete a ti mismo" de la inscripción de Delfos.
Desde los tiempos de Descartes, toda la filosofía de los tiempos modernos es esencialmente una filosofía de la conciencia humana, a saber, del hombre como ser pensante y cierto de sí mismo. Al término de esta evolución, podía Hegel describir la Historia como la Historia de las transformaciones de la conciencia, y de las experiencias que la conciencia hace sobre sí misma. Y, tras él, podía Karl Marx, a su vez, considerar la toma de conciencia sociohistórica y su análisis crítico como presupuesto de la transformación revolucionaria.
La Conciencia constituye pues el tema central de la meditación filosófica moderna, y para nosotros es de suyo evidente que todo cambio importante de la historia humana, toda evolución y toda decadencia de las civilizaciones, está en conexión con un cambio en la toma de conciencia del hombre.
Por lo cual, el proyecto fenomenológico no es sólo "la nostalgia secreta de toda la Filosofía moderna", sino también la reactivación de lo esencial del pensamiento, desde sus orígenes, es decir, desde que el hombre se ha descubierto a sí mismo, en palabras de Heidegger, como preocupación o como "cuidado".
Pero, en nuestro tiempo, una tal reflexión sobre sí, o "exégesis de sí", debiera abarcar todo lo que el hombre ha producido, y la manera con que él mismo se ha producido, en cuanto ser histórico y práctico.
La cuestión, entonces, estriba en saber si sus obras lo definen, si sus obras resultan demasiado grandes para su pensamiento, o si éste debe ser sacrificado a la sola dimensión práctica y técnica en donde el éxito puede asegurarse científicamente.


César R. DOCAMPO.

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