MAGIA Y CIENCIA:
César R. Docampo
Hemos tenido que hacer una digresión sobre la mitología, puesto
que hallamos que el mito es engendrado por el éxito real o
imaginario de la brujería. Pero, ¿qué ocurre con los fracasos? A
pesar de todo la fuerza que la magia extrae de la creencia espontánea
y el ritual espontáneo del deseo intenso o la emoción frustrada, a
pesar de todo la fuerza que le otorga el prestigio personal, el poder
y el éxito sociales, comunes en el mago y el ejecutor, aun así se
producen fracasos y derrumbes, y subestimaríamos mucho la
inteligencia, la lógica y la captación de la experiencia del
salvaje si supusiéramos que no los percibe, y es incapaz de
explicarlos.
En primer lugar, la magia exige condiciones estrictas: el recuerdo
exacto de un conjuro, la ejecución impecable del rito, la adhesión
inflexible a los tabúes y las observancias que atan al mago. Si se
descuida cualquiera de esos elementos, el resultado es el fracaso de
la magia. Además, aunque ésta se realice de la manera más
perfecta, también es posible anular sus efectos: pues para toda
magia puede existir también una contra-magia. Si la magia, como lo
hemos mostrado, se origina en la unión del firme deseo de un hombre
con el capricho errático del azar, entonces todo deseo, positivo o
negativo, puede -o mejor, debe- tener su magia. En todas sus
ambiciones sociales y terrenales, en todos sus esfuerzos por apresar
la buena suerte y atrapar un destino propicio, el hombre se mueve en
una atmósfera de rivalidad, de envidia, de despecho. Pues la suerte,
las posesiones, y hasta la salud, son cuestiones de grado y
comparación, y si su vecino posee más ganado, más esposas, mejor
salud y mayor poder, el individuo se siente empequeñecido en todo lo
que posee y en todo lo que es.
Y la naturaleza humana es tal que el deseo de un hombre resulta
tan satisfecho por la frustración de los deseos ajenos como por el
logro del propio. A este juego sociológico de deseo y contra-deseo,
de ambición y despecho, de éxito y envidia, corresponde el juego de
la magia y la contra-magia, o la magia blanca y la magia negra.
César R. Docampo
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