LA JALOUSIE
(CELOSÍA)
Fue la tercera de las novelas de Alaín Robbe-Grillet (las otras dos, "Les Gommes y Le Voyeur, aparecieron en biblioteca breve con los títulos de "La doble muerte del profesor Dupont" y "El Mirón"), y en ella culmina la técnica del "relato objetivo" característica del autor.
El narrador -un marido que vigila a su mujer- ocupa el centro de la intriga y, por lo demás, permanece en escena desde la primera frase hasta la última, algunas veces ligeramente hacia un lado, pero siempre en primer término: incluso con frecuencia se halla solo.
El lector, sin embargo, no le oye ni le ve nunca; sólo siente su presencia, que orienta todo cuanto le rodea, mide distancias y gestos e imprime al mundo su forma, su dureza y su peso.
Este personaje no tiene nombre ni rostro: es un vacío en el corazón del mundo, un hueco en medio de los objetos. Pero, como no hay ni una línea que no tenga en él su arranque o su término, ese hueco acaba siendo tan concreto y tan sólido, o quizás más, que el resto.
El otro punto de resistencia es la esposa del narrador, A..., la mujer cuyos ojos hacen desviar la mirada. Puede decirse que ella constituye el otro polo del imán que determina de un modo riguroso el dibujo según el cual se agrupan las limaduras.
Ese narrador irreductible y presente en todo momento no puede atender a la cronología. Para él cualquier escena es actual, o perdida. El campo de su percepción constituye el universo, "ahora y aquí".
Celosía llama el autor, forzando un poco el vocablo, a una especie de persiana que permite mirar hacia fuera y, para determinadas inclinaciones, desde fuera hacia dentro; pero cuando las láminas están cerradas, no se ve nada, en ningún sentido. "Celosía" se llamaba también - y se sigue posiblemente llamando en algún punto de España o América -los celos, esa pasión para la cual nada se borra jamás: toda visión, por inocente que sea, queda inscrita en ella para siempre.
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