"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 24 de abril de 2017

LAS NUEVAS DIMENSIONES DEL ESTADO IMPERIAL.



Si la dimensión de la polis, como estructura de poder, engendró y desarrolló la figura del héroe, individuo capaz de situarse en el vórtice eel juego de las relaciones de poder mediante la práctica del autocontrol de sí, tan pronto como el marco de la polis se sobredimensionó en el Imperio de Alejandro, la utopía del ser semidivino y superdotado, del joven  áristoi, vencedor de las Olimpíadas, se hundió con la misma rapidez que el imperio se fragmentaba en un mosaico de Estados enfrentados entre sí. Los antiguos ideales de la nobleza, y en particular la sofrosine como virtud que denotaba la ética de la moderación, fueron replanteados por la filosofía estoica durante el período helenístico, hasta acabar incrustándose en el corazón del Imperio Romano.

Las nuevas dimensiones del Estado imperial con su desmesura, hicieron dudar al héroe  de su propia capacidad, y la filosofía estoica fue socavando poco a poco, durante los dos primeros siglos de nuestra era, el compacto ideal de la antigua aristocracia griega; se generalizó la duda sobre el propio poder del individuo, que se fue empequeñeciendo frente a la inmensidad del Imperio, hasta que apareció  "la inquietud de sí". Ya no preocupaba tanto alcanzar el dominio sobre uno para hacerse con el poder en la colectividad, sino que las tintas se cargaban sobre la fragilidad del propio individuo, la perqueñez del hombre y su debilidad ante los diferentes males que podían destruirle; así comenzaron a desarrollarse prácticas de autocontrol,  austeridad y moderación sexual. Sin embargo, aún no se entendía el sexo como algo pecaminoso, sino que, en torno a él y bordeándole, se localizaban enfermedades y males que podían ser fatales para el ser frágil de los estoicos. 
Para reguardarse de esas asechanzas, el sabio debía regular su sexo, controlando su potencia y preocupándose, cada vez más, por la salud corporal, dando satisfacción a sus deseos dentro de la institución matrimonial, y absteniéndose de las relaciones homosexuales con los jóvenes, que comenzaron a entenderse como una palpable imperfección humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario