Albert Lamorisse es el guionista y director de “El globo rojo”. Había nacido en París un 13 de Enero de 1922. Después de haber sido alumno del Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (I.D.H.E.C.), de París, en 1946 comienza a trabajar profesionalmente como ayudante de dirección. Pasando, más tarde, a dirigir “Djerba” (1949), “Bim” (1950), “Crin Blanca” (1953) y “El globo rojo” (1956). Cine de niños para mayores, o viceversa. La temática de Lamorisse es universal. Lamorisse es un idealista; mejor dicho, un poeta del cine. En estas sus cuatro primeras películas, Lamorisse enfrenta a un niño contra el mundo que le rodea, luchando por su derecho a la ilusión. Esta ilusión puede estar personificada en un asno, en un caballo o en un globo. El cine de Lamorisse siempre es más profundo de lo que parece.
“El globo
rojo” es cine-cine: Primoroso, acabado,
perfecto. Sin virtuosismos. Sencillez buscada y encontrada. Plástica bellísima,
suave, a tono con las exigencias temáticas. El montaje justísimo. La
interpretación sobresaliente en las figuras principales. Algo rígida en los personajes de menor
importancia.
En síntesis,
EL ARGUMENTO:
Un niño
encuentra un hermoso globo rojo. El globo parece tener vida propia y sigue al
niño a todas partes. Se hacen amigos inseparables. El niño ama a su globo como
a un auténtico amigo. Y lo defiende frente a las asechanzas de los niños del
barrio, que intentan apoderarse de él. Estos golfillos, al fin, logran coger el globo. El niño, tras un gran
esfuerzo, lo recupera, pero los otros niños, tirando piedras, logran romper y
desinflar el globo. El globo muere. Pero, al mismo tiempo, todos los globos de
París se liberan de sus ataduras
-redimidos por el más bello de los globos- y se dirigen en tropel al lugar donde ha
muerto el globo rojo. Y, cuando están allí todos los globos reunidos, se dejan
coger por las manos del niño, a quien ascienden hacia el cielo.
… … …
Parece ser
que Lamorisse se ha inspirado en un cuento que narra la historia de un niño y
un aro. Esto es lo que le indujo a trabajar con objeto como protagonista. Es
curioso observar -en la escena del
mercado de objetos antiguos- el detalle
de que aparece un cuadro en el que, precisamente, vemos pintados a una niña con
un aro.
Uno de los
mayores aciertos de Lamorisse es el haber conseguido dotar a un globo de un
maravilloso carácter humano. El globo adquiere vida propia, y no por medios
técnicos, sino por inspiración, ya evidenciada en el guión. La amistad, el cariño
que el globo siente hacia el niño se muestra en casi todas las escenas: la
espera a la puerta del colegio, tras la ventana de su casa, cuando juega con él
escondiéndose en las esquinas, cuando le sigue detrás del tranvía, etc. Y repárese en el detalle lleno de sutileza
cuando el niño va a la iglesia con la abuela y el globo le sigue a una
distancia mayor que la acostumbrada. Y esta cualidad humana del globo se
manifiesta con mucha más fuerza en tres momentos:
PRIMERO:
Cuando el niño va por el mercado de venta de objetos usados, el globo se
encuentra con un espejo y vuelve para mirarse en él.
SEGUNDO: El
niño se cruza con una niña rubia que lleva un bello globo azul. El globo rojo
se vuelve hacia el azul. El niño lo coge y se lo lleva. Es entonces el globo
azul el que vuelve hacia el rojo, aunque la niña impide también este nuevo
intento de unión. Es aquí -en esta
escena de AMOR- cuando Lamorisse alcanza
el máximo grado de sensibilidad poética.
TERCERO: El
grado máximo de sentimiento trágico se consigue en la muerte del globo,
impresionante plano de medio minuto de duración, y equiparable, en fuerza
trágica, a cualquier muerte humana que en el cine se haya realizado. Y quiero describirles brevemente este plano
en el que la cámara se mueve muy levemente y en el que el silencio es casi
absoluto: Una piedra da en el blanco, el globo estalla y se desinfla poco a
poco, va cayendo, se humedece, suda, se arruga y, cuando está a la altura del
suelo, un chaval lo aplasta y acaba con la vida del globo.
Y fíjense
bien en las fuerzas antagónicas: El globo
tiene que luchar contra diferentes oposiciones que tratan de coartar su
amistad con el niño: es la abuela, que lo echa por la ventana; es el perro, que
quiere morderle; son las convenciones urbanas
que le imposibilitan entrar en el tranvía; es el profesor y el director
del colegio quienes se sienten molestados con la presencia poco seria de un
globo; son los niños del colegio, que
sienten envidia, y son los golfillos, que acaban con él. Resumiendo: Es la sociedad, en suma, quien asesina la
ilusión del niño.
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