DIRECTOR DE "Francisco. El padre Jorge"., film sobre el Papa, que se estrena pasado mañana.
Habla con tal pasión de su
película que hasta al más reacio a pasar por taquilla le provocaría
curiosidad. Beda Docampo Feijóo nació en España, pero ha residido toda
su vida en Argentina, el país donde nació el ilustre personaje que
retrata su película "Francisco. El padre Jorge".
¿A qué santo se ha encomendado antes de acometer esta complicada película? ¿Es éste un proyecto personal o de encargo?
No me he encomendado, pero debería haberlo hecho porque era un proyecto difícil (risas).
Yo no era especialista en Bergoglio, ni casi nadie sabía quién era. Un día Pablo Bossi, el productor de
El hijo de la novia, me trajo el libro de Elisabetta Piqué y me dijo que allí había una película.
Tenía dos partes, una sobre Bergoglio y otra sobre el Papa. Me
resultó todo muy interesante. Cuando lo leía me llamaba la atención que
un señor fuera elegido Papa a los 75 años, y que comenzara a decir cosas
que conmocionan al mundo. Me pregunté quién es.
¿Sólo ha consultado esta biografía de Elisabetta Piqué o ha
hecho una inmersión en el pensamiento de Francisco, en sus homilías y
documentos?
Decidí leer escritos sobre él y alguno suyo. Pero de estos últimos
menos. He leído más documentos de sus detractores, y me entrevisté con
amigos, conocidos y enemigos. El plan era acercarse a la figura del Papa
Francisco con objetividad, poniéndolo todo en duda.
Valía la pena que la gente conociera la verdad, porque a lo mejor era
un personaje que cambió para bien y antes era un desastre... Yo
entonces no lo sabía. Pero no hemos encontrado ningún punto dudoso ni
oscuro con fundamento. Ni una fisura. Yo encontré a un hombre coherente.
¿Ha cambiado su percepción de Francisco durante el proceso de rodaje del film?
Ahora le admiro más todavía, pero también pienso que Bergoglio parece una 'mosca blanca' porque las cosas están mal en el mundo.
Todos los demás deberían ser como él, o sea que entre lo que pensaran
y lo que hicieran no tendría que haber ninguna diferencia. No puede ser
que yo tenga poder y esté contando milongas y mientras tanto me voy
enriqueciendo y me llevo dinero a Andorra o a las Bahamas.
La película arranca en su juventud. Tenía novia, estuvo a punto de
dejar el seminario y entonces hoy no sería Papa... Recorre los momentos
más importantes, como la dictadura militar, período que se ha
aprovechado para algunas acusaciones que yo considero que son una
infamia, preparada por sus enemigos políticos. Después te encuentras con
un tipo que ejerce quince años como arzobispo, una figura con bastante
poder, pero él se comporta como un pobre. No tiene móvil, ni coche, va
andando a todas partes... Yo estuve en Villa Miseria, el barrio más
pobre de Buenos Aires, donde viven en condiciones terribles decenas de
miles de personas, núcleo duro de la droga, y me dijeron que él llevaba
quince años yendo a ayudar él solo, sin escoltas. Me aseguraron:
"Nosotros lo queremos porque es un pobre".
Después
de esto cuando me comentan que hemos hecho una película pro Bergoglio,
yo les respondo que no. Hemos mostrado la realidad. Dice cosas que son
de sentido común, que yo supongo que provienen de que sea seguidor de
Cristo. Algunos piensan que parece un superhéroe, pero no, eso es un
error. Hace lo que debe.
Viene luchando contra la corrupción, cuando nadie hablaba de ese
tema. ¿Por qué? ¡Porque eso afecta a sus pobres! A los más
desfavorecidos. Llevarse el dinero público tiene sus consecuencias.
Obviamente a un abogado le daña menos que a quien vive en una chabola,
pero a sus pobres más. Les podían haber construido cañerías para darles
agua corriente, pero un político se ha embolsado el dinero, y el
proyecto se ha ido al traste.
Él es abierto y dialogante, por eso dice en un momento del film que
se debe dejar espacio para la duda. Dios no está con alguien que piensa
que tiene las respuestas a todas las preguntas. El Papa Francisco sigue a
Cristo, y hace simplemente lo mismo que habría hecho Él, está en la
calle con los desfavorecidos. Se quedó con los mismos zapatos que
llevaba, no se sentó para que le rindieran pleitesía, se arrodilló ante
un cardenal que estaba enfermo... Deberíamos pedirles a todos los de
arriba que vayan por esa línea. Él no sería entonces una mosca blanca,
sería lo normal.
¿Es usted creyente? ¿Ha querido con el film contentar a los católicos o al público general?
No lo soy, diría que tengo las mismas contradicciones que se ven en
la película. Provengo de una familia de Vigo, todos mis parientes son
gallegos. Mi madre era una católica coherente, pero mi padre se
distinguía por su agnosticismo. De esta forma, conozco muy bien los dos
lados de la moneda.
Para la película, yo quise ser honesto. No existía una intención
previa de rodar una obra a favor ni en contra de Bergoglio. Yo pensaba
respetar lo que surgiera de las investigaciones de las que antes
hablaba. Al final me encontré con una película que obviamente va a
gustar a los católicos, pero pienso que llega a un público más amplio,
formado por ateos, judíos, etc. Porque van a ver a un ser humano
excepcional, y a desear que hubiera decenas de miles de poderosos con
esa coherencia.
¿Cómo ha sido el trabajo con Grandinetti? ¿Hay algo que no estuviera en el guión y que él haya aportado?
El desafío no era encontrar un actor que no se pareciera y fuera
correcto, sino uno excepcional que pudiera realizar una interpretación
de primera fila. Ése era
Darío Grandinetti.
Estuvimos hablando mucho Grandinetti y yo para ajustarle el guión. Al
Pacino dijo que la clave de un gran trabajo estaba en entender el
texto, y hacerlo propio. Aparte, consiguió hacer suyas la forma de andar
y las gesticulaciones de Bergoglio. Su prueba de fuego tuvo lugar
cuando los amigos del Papa fueron a verla. Al salir dijeron que actúa
como él.
¿La periodista que interpreta Silvia Abascal se basa en alguna persona real?
Al no encontrar puntos negros en la figura de Bergoglio necesité
inventarme un antagonista. El libro, escrito por Piqué, una mujer muy
católica, funciona porque se trata de un ensayo. Pero en una película
tenía que haber conflicto dramático.
Por eso me inventé al personaje que finalmente interpreta
Silvia Abascal,
agnóstica y crítica con la religión. Necesitaba a una actriz que
pudiera establecer una relación con él casi paternofilial. No es que se
dirija a la conversión, pero sí va admirando poco a poco al hombre.
El reparto incluye a otros actores españoles o argentinos de primera fila, a veces en papeles pequeños.
Agradezco la generosidad de los secundarios, unos quince actores de
enorme prestigio, que se prestaron a hacer cada uno un día de rodaje. No
es lo mismo para
Darío Grandinetti estar un día con un actor apenas correcto que con don
Emilio Gutiérrez Caba.
Ellos crecen gracias a las réplicas. No tengo palabras de
reconocimiento, tanto para los argentinos como para los españoles. Por
ejemplo, realizó una buena labor
Carlos Hipólito,
que apenas tiene tiempo en pantalla para defender a su personaje, pero
le da una dimensión que con otro intérprete normal y corriente no
adquiriría. Ellos quisieron participar, aunque tuvieran un papel corto.
¿Ha intentado hablar con el Papa Francisco para proyectarle la película? ¿No le ha llamado como dicen que hace con frecuencia?
Cuando rodé el film no pensé en el Papa, pensé en el antiguo
Bergoglio. Y ahora tampoco pienso en él. Es un asunto que me excede.
Sí que la han visto muchos representantes de la Iglesia, algunos de gran importancia. Me han dicho que se habían emocionado.
Yo soy sólo un trabajador. Hice mi trabajo lo mejor que pude, con
entusiasmo y pasión. Y punto. ¿Que la llega a ver algún día? ¡Pues
mejor!