… SERVIDA POR
LOS OJOS DEL COSMOS.
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Imaginemos que el mundo sale súbitamente de la Nada. Si cerramos los
ojos para escuchar, oiremos el silencio. Después, sonidos que nacen de
ese silencio. Y si me valgo de mis ojos para ver la luz en todas sus
formas, surgirá una configuración imponente, algo que vibra proveniente
del espacio. Es el AMOR de una mirada que se apagó, servida por los ojos del Cosmos, aquí, solamente en la Tierra.
Semejante realidad no puede provenir de la NADA. Algo que empieza ahora
y no en el pasado. Un pasado, que se va desvaneciendo en la memoria,
tiene que ser el eco de una REALIDAD, en este caso PERSONAL, como la
estela de un barco que va rezagándose en el agua hasta perderse sin,
nunca jamás, desaparecer..., Queridas Juana Gómez Recio y Mª. Ascensión Padilla Recio, nuestro AMOR.
Así se encuentran nuestros familiares ya fallecidos aquí abajo. Lo más valorado y más querido para el resto de nuestras VIDAS: Mª. Ascensión Padilla Recio y Juana Gómez Recio.
REQUIESCANT IN PACE.
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Era Al-Ésjaton una villa al noroeste de la provincia de Málaga, cerca
de Teba (Teba la Roja, le decían). Si Teba había sido un pueblo montuoso
y áspero, amurallado con fortificaciones y falsabragas, más un
castillo medio ruinoso allá en la cima (el "Castillo de la Estrella", última palabra de otras guerras,
según rezaba la leyenda). Y todavía recuerdo aquel día cuando, siendo novios Ascensión y yo, vino su prima Lucy Recio con nosotros, y comimos a la sombra del "Castillo de la Estrella". Desde esta "Teba la Roja", a pesar de sus edificios nobiliarios como la Casa de la Emperatriz Eugenia de Montijo, surcando campiñas y entrellanos cruzados por
caminos de herradura y demás, a dos leguas de camino, surge espléndida y bien
reclinada la villa de Al-Ésjaton.
Hijos ilustres de Al-Ésjaton, el uno periodista y el otro historiador,
la habían bautizado “Campochico” y ”Vilacampa” en novelas de ficción.
Mas su nombre estético-socio-literario, sugerido por quien ha sido su primer Alcalde después de la muerte de Franco, es el de Al-Ésjaton, que así lo atestiguaron el
juez don Manuel Entrena, un veterinario (don José Agüera) y el cojo
Rafael, tres cristianos bien avenidos, con ojos de zahorí.
Era Al-Ésjaton un pueblo apacible, listo y feliz. Hasta que un día
desapareció una niña que se llamaba Soledad.
Algunos dijeron que se había sentado en el escalón de la puerta de su
casa cuando estaba oscureciendo y que, de pronto, había visto en el
suelo una Luz, una esfera de Luz en movimiento. La niña fue siguiendo
aquella Luz hasta las afueras de Al-Ésjaton y nadie supo más de la
chiquilla.
La policía municipal y el pueblo entero la buscaron por todas partes.
El púlpito de la iglesia parroquial aguantó siete domingos dirigiendo
las admoniciones contra supuestas entelequias: que si los seriales de
televisión, que si los forasteros, la trata de blancas, que si patatín
que si patatán. La niña Soledad nunca regresó a su casa. Sospechaban algunos que anduviese por Ceuta, Melilla, Barcelona,
Palafrugell, Palamós o Valencia. Fue entonces cuando el cojo Rafael, aquel
hombretón de voz muy bronca y ojos de zahorí, que siempre era el
primero en decir lo que pensaba, anunció: “Para mí... que, a la muchacha,
la tienen en Gibraltar”.
En el número 26 de la calle Guzmanes, de Campillos, había una casa solariega donde
vivía doña Rosalía Recio con sus sobrinos Paco y Juana. A esa casa
acudían muchas tardes dos primas de la familia Recio: Luchy Recio
Campos y Mª. Ascensión Padilla Recio. Sentadas en el patio interior junto al
brocal del pozo, a la sombra de un granado, Luchy Recio y Ascensión Padilla, jugaban y reían,
tocaban palmas y cantaban. La tía Rosalía, (hermana del abuelo
Leonardo), de ojos azules y la frente despejada, peinada con un moño de
brillante pelo, hacía encaje de bolillos junto a ellas, les ponía de
merendar pajaritos fritos, les contaba cuentos, muchos, muchos cuentos, y les recitaba a Jorge
Manrique: “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte,
contemplando cómo se pasa la vida; cómo se viene la muerte tan
callando…”. Y todo el Pueblo de Al-Ésjaton, en llegando la tarde, siempre recordaba a la niña Soledad.
Una de aquellas tardes, las niñas Luchy y Ascensión, después de escuchar a la tía
Rosalía, se pusieron de pie y, tocando palmas, cantaban:
"Soledad se fue a la guerra, ¡ay qué dolor, qué dolor, qué pena!
Soledad se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá.
Do-re-mí, Do-re-fa. No sé cuándo vendrá".
Una de aquellas tardes, el pueblo de Al-Ésjaton, escuchando el
cantar de las dos niñas, se puso en pie recordando lo que había dicho el
cojo Rafael. Y todos a una, desde La Casita de Papel hasta los cortijos
del Puerto y Menaute; desde la fábrica de pieles ZERIMAR, campo de
Fútbol y piscinas municipales hasta los barrios de La Pimienta y San
Benito, todos los alesjateños, absolutamente todos, bien nutridos,
tercos y corajudos, exhibiendo entre las manos un buen fajo de billetes,
exclamaban: “¡Rescatemos Gibraltar! ¡Tomemos Gibraltar! ¡A por
Gibraltar!”.
Y, aquella misma noche...,
Trastornando su memoria, salían de sus casas extraviándose
enfebrecidos por entre las oscuridades de los montes, por tierras de
pinsapos, alcornocales y acebuches, hacia las sierras del Aljibe y
Puerto Oscuro, dispuestos a invadir, asediar y conquistar el Peñón.
Cuando consiguieron llegar a Puerto Oscuro, se asomaron desde lo más
alto y, porque la oscuridad nunca tuvo el poder de entenebrecer la luz,
la luz se abría paso en la oscuridad.
Estaban contemplando La Línea de
la Concepción, San Roque, Los Barrios, Algeciras, las luces de Ceuta y
la isla Perejil, mas por ninguna parte veían Gibraltar.
-¿Os dais cuenta? -gritó el cojo Rafael-: ¿Quién se lo habrá llevado, a Gibraltar y a nuestra niña Soledad? ¡Venga, vamos! ¡Decidlo!
Y comenzaron todos a vocear, agitados por el céfiro de la noche. En
aquella destartalada asamblea se escucharon cientos de siglas: La CIA,
la ETA, los GRAPO, IRA, Sendero Luminoso, la Canción del Olvido y
Ramoncín.
Eran ráfagas verbales que muy pronto acabaron en risas cuando alguien
nombró a un tal Crespillo, un simpático muchachote de Al-Ésjaton. Y
entonces, va y dice el veterinario Pepe Agüera:
-¡Ése canta! ¡Basta un par de bofetones! ¡Dejádmelo a mi!
Advirtió alguien que se avisara al general Ballesteros, el de las
guerras de la Independencia contra los soldados de Napoleón. Alguien
propuso volver a editar “El Grito de Al-Ésjaton” (imitación de aquel “El
Grito de Carteya”) para que el Gobierno de la Nación despertara de los
laureles, convocara Elecciones Generales y acudiese en su ayuda para
rescatar a la niña Soledad, secuestrada en Gibraltar. Y todos los allí presentes se prometieron
reponer aquel programa radiofónico por nombre “El Mochuelo” para
recaudar fondos.
En éstas, salta uno y dice: ¡Que hable el señor cura!
Y, al cura párroco (un curilla que llevaba siempre entre las manos un
papamoscas cerrojillo) al momento le abrieron paso a empujones, subiéndose a un peñasco. El viento inflaba su balandrán e intentó poner algo
de orden en aquella desconcertada asamblea. Propuso recoger firmas para
pedir que trasladasen el Obispado de Cádiz a Algeciras, como hiciera la
Bula pontificia de Clemente VI allá por los años de 1.344. Confesó estar
seguro de que el señor Obispo, auxiliado con la gracia de la divina
Providencia, sin esvásticas ni derramamientos de sangre, sería el único
capaz de coordinar las operaciones encaminadas a rescatar el Peñón y
traerse a la niña Soledad para su casa en Al-Ésjaton.
... ... ...
Si cerráramos los ojos para escuchar a todos nuestros difuntos o desaparecidos, oiríamos el silencio. Después,
sonidos que nacen de ese silencio. Y si me valgo de mis ojos límpios para ver la
luz más esplendente en todas sus formas, surgirá una configuración exquisita, algo que
vibra proveniente del espacio. Es EL AMOR DE UNA MIRADA que se apagó, pero la recordamos y
queremos por siempre. Es la mirada de aquella "niña" que se llamaba
Soledad, siendo su verdadero nombre el de Mª Ascensión Padilla Recio, Juana Gómez Recio, o tal vez Luchy Recio (que vive y vivirá en esta Tierra, entre nosotros, por muchos años siendo muy FELIZ, estoy seguro), no importa. De todas ellas, lo que
más resalta y nos enternece es su mayestática luminosidad: El AMOR DE SUS
MIRADAS. Ofreciéndesenos por los OJOS DEL COSMOS.
César R. Docampo